BIENVENIDO AL MUNDO DE LAS APARIENCIAS

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PARTE 1

Apariencias en el ámbito Social y Económico

CONTENIDO

- Toda tu  vida puede cambiar en tan un segundo.
- Llorar es de maricones
- Todo se paga en esta vida.
- Cuando caes en desgracia, los libros son tus mejores amigos.
- No hay muerto que sea malo.

- ¡Por Dios!, compórtate...
- Todo lo tuyo es mió, y todo lo mió no es tuyo.
- Nunca maldigas...¡Búrlate de las Adversidades!
- El lenguaje del Silencio

- Tengo un problema
, ¡Soy Homosexual!
-
Una flor con espinas es bella, un amor que ha empezado a nacer.
- Lo tiene todo y es infeliz.
- Esta prueba es solo para hombres.
- ¡Que difícil es que un militar piense!
- El amor entre hombres no existe.
- El que no tiene y de pronto llega a tener, loco se ha de volver.
-
Si no me respetas como mujer, me respetas como ecuatoriana.
- Los homosexuales hablan con los ojos.
- No es necesario decir "te amo" solo en caso de peligro".
- Por dinero, hay santas que venden su alma al diablo.
- A palabras necias, oídos sordos.
- Mas sabe el diablo, por viejo que por diablo.

- Trágame Tierra.
- Aquel que presume tener clase, siempre cae en ridículo
- Los maricones no se casan. Los que lo ocultan. Sí.
- Siempre pídele a Dios fuerzas y pase lo que pase, dale gracias.
- La adopción como una obra de caridad.
- La familia perfecta.
- Más rápido cae  el mentiroso que el ladrón.

-
Tarde o temprano, todo se llega a saber.
- En la notaria.
- El crimen perfecto.
- Adivinando el pensamiento de Dios.
- Hablando de Eutanasia. Dios no quiere que el ser humano sufra.
- Un minuto antes de la muerte, toda la vida pasa frente a uno.

TODA TU  VIDA PUEDE CAMBIAR EN TAN SOLO UN SEGUNDO

Una tarde estaba jugando en el jardín de la casa y arribó la camioneta de la comunidad.

- ¡Sube! - Ordenó el chofer. Al notar que no le hice caso dijo: - Madre Magdalena te espera donde el dentista.

Al ir por la carretera vi el letrero del "Holiday in". Luego tomamos otra vía y me di cuenta que no íbamos hacia donde el dentista.

- ¿Dónde vamos?  
- Ya te dije que a donde el dentista - Contestó él.
- El dentista no está tan lejos.
- Madre Magdalena decidió tomar un dentista en Quito.- dijo el chofer molesto.

Llegamos  a una casa grande y entré corriendo para ver a madre Magdalena. En el interior me encontré con una pareja 
que estaban sentados en un sillón y un hombre con terno y corbata estaba sentado detrás de un escritorio.
Este ordenó con la mirada al chofer que se vaya.

- ¡Llévenselo! - Dijo él a la pareja.

Los dos se levantaron del asiento y aquel desconocido me agarró fuertemente del brazo y me haló. Sentí que el terror invadió mi ser.

- ¡Quiero ver a madre Magdalena! - Grité.

- ¡Jamás la volverás a ver! - dijo aquel hombre y me llevó hacia la calle agarrando fuertemente mi brazo.
Yo casi iba arrastrado mientras pataleaba.

- ¡Quiero ir al convento! - Grité constantemente.

Ella me trataba de calmar, pero él seguía agarrándome fuertemente de mi brazo.

- ¡Quiero ver a madre Magdalena! - Grité.

- Te he dicho que a esa monja ya no la volverás a ver más -
Dijo él enfurecido y me marcó apretándome fuertemente con sus brazos para evitar que escapara.

- Quiero ver a mi madre Magdalena - les dije llorando  pero ellos no me hicieron caso.
La gente que pasaba a nuestro alrededor, me observaba extrañada.

- ¡Es un hijo malcriado!  No nos obedece - les dijo él y ellos se alejaban creyendo que era su hijo.

Seguimos caminando hasta tomar un taxi. Mis gritos ya se volvieron súplica.
Mis gritos, eran constantes, mi terror aumentaba cada vez más.
El seguía actuando fríamente mientras ella seguía tratando de calmarme.

- Cuando lleguemos a casa te doy un helado - me decía.

- Yo no quiero un helado, quiero irme a mi casa - le grité.

Llegamos a una casa pequeña, ellos me pidieron que beba agua para tranquilizarme.
Acepté. Sentí que mis ojos pesaban y me quede dormido.

 

 

LLORAR SOLO ES DE MARICONES

- ¡Todo en este lugar es tan diferente! –
Exclamé  al abrir los ojos al siguiente día y constatar que mi pesadilla no había terminado.
Estaba tan lejos de aquella casa grande, con jardines, vacas, perros en la que yo jugaba y que tenía varias monjas que me amaban.

- Hola Francisco - Saludo ella.
- ¿Dónde estoy?
- En tu casa
- Esta no es mi casa.
- Desde ahora la es, porque nosotros somos tu familia.
- ¿Y las madres?
- Ellas no tienen dinero para mantenerte - dijo él.
- Y además su función no es ser mamás - dijo ella.
- Yo soy Alfredo y desde ahora seré tu padre.
- Yo soy Gulnara y seré tu madre.
- Somos tus padres adoptivos - dijo él.
- Tu madre, la que te tuvo en su barriguita, desapareció -
dijo ella tratando de explicarme al ver mi gesto de no entender nada.

- Mi mamá es Magdalena -  aclaré.
- Ella no es tu madre, ella es monja. Las monjas no pueden tener hijos - dijo Gulnara riéndose.
- Desde ahora tienes que olvidarte que viviste en un convento- dijo Alfredo.
- A nadie digas que viviste con monjas. Eso es malo - dijo ella
- No hables con nadie que hayas conocido en aquel lugar - me ordenó él, mientras ella me aclaró.
- No digas a nadie que eres hijo adoptivo. Eso es mal visto.
- Un hombre te cuidará, mientras estemos fuera - me dijo Alfredo y al ver mi cara de espanto continuó.
- Este es un mundo nuevo para ti, por lo tanto no confíes en nadie. Ni en mí misma - enfatizó ella.

- Con nosotros aprenderás buenos modales y etiqueta - dijo él.
- Y la mejor herencia que te podemos dar es la educación y  enseñarte a trabajar - dijo ella.
- Iras a estudiar donde los mercedarios - dijo orgullosamente Alfredo.
- ¡No! - Reprochó inmediatamente Gulnara.
- ¿Por qué? - preguntó Alfredo.
- En ese colegio estudian los hijos de las vendedoras del Ipiales y yo no quiero eso para mi hijo

El estudiará en la Academia Militar Ecuador y luego será Militar de Profesión.
- Los militares no piensan. El tiene que ser doctor - dijo Alfredo.
- Quiero volver a mi casa - grité.

Al escuchar mi grito, Alfredo me lanzó un trompón fuerte en la nariz que  me botó hacia el suelo.
Asustado empecé a llorar y sentí que Alfredo con su mano me daba una cachetada.

- ¡No llores! - Me amenazó mientras que Gulnara vio callada la escena y no hizo nada por defenderme.

- ¡Aprende la primera regla! - dijo furioso.
- ¡Respetaras a tus padres y no les alzaras la voz! - Y  mirándome fijamente a los ojos dijo: -
La segunda regla es "No llorarás porque tan solo los maricones lloran" - respiró profundo y dijo
- Prefiero verte muerto a que seas maricón.

- Ja, ja, ja....- Rió Gulnara.
- ¿Y a ti qué te pasa? – Preguntó él al ver su risa sarcástica.
- Con el alcoholismo que tienes, el que morirá primero serás tú -
Dijo ella con un fuerte  gesto de desprecio en su rostro.

- Prefiero ser alcohólico antes que maricón.- Dijo él con actitud prepotente.
- Tú no eres un hombre completo - Le reclamó Gulnara -
Hablas de maricones mientras que no puedes tener hijos. 
Si no dejas  el alcohol, desde ahora iré preparando  tu funeral - dijo Gulnara.

- ¡Ojala que se muera! - pensé interiormente.
 




CUATRO AÑOS DESPUÉS

- ¡Alfredo! - pronunció Gulnara

Alfredo regresó a ver y notó que su esposa estaba sentada en el asiento de atrás.
Inmediatamente quitó el brazo de la chica con la cual él estaba observando  la película,
se levantó de su asiento e inmediatamente desapareció.

- ¡Alfredo! -  Le llamó la chica asustada al ver que él se iba.
- ¡Tranquila mija! -  le dijo Gulnara poniendo su mano en el hombro de aquella joven.
- ¿Quién es usted? - preguntó ella con voz temblorosa.
- Soy la esposa de Alfredo.
- ¿La esposa? - preguntó  extrañada.
- Sí, soy la esposa.
- ¡Este me engaño! - dijo ella furiosa.
- Ya somos dos - dijo Gulnara y pidió a la chica que le acompañe.

En el lobby del Teatro Bolívar Gulnara le preguntó:
- ¿Qué edad tienes?
- Dieciocho - contestó.
- No te parece que eres demasiado joven para andar con un hombre de treinta y cuatro.
- El amor no tiene edades - respondió muy segura.
- Pero tiene límites - dijo Gulnara en gesto señorial.
- Yo no sabía que él era casado - dijo ella disculpándose
- También tiene un hijo - Le aclaró Gulnara.

La chica llevó sus manos a la cabeza y le dijo muy consternada.

- Señora, le pido mil disculpas, pero él me dijo que  era soltero.
Señora yo tengo mis principios y jamás me hubiera metido con un hombre casado.

La chica se puso a llorar y sus manos empezaron a temblar. Gulnara le tranquilizó.

- No te preocupes, no te hecho la culpa...
- ¡Soy una imbécil! - Renegó - Ese idiota me ofreció matrimonio - dijo la chica.
- ¿Cómooo?  

La chica le enseño su mano a Gulnara y llevaba un anillo de compromiso en su dedo.

- ¡No lo puedo creer! - dijo Gulnara.
- Pues vaya creyendo...
- ¿Cómo no llegaste a sospechar que Alfredo era casado, si pasaba con nosotros los fines de semana?
- El me dijo que poseía una camaronera, que todos los fines de semana tenía que viajar allá
   y los lunes siempre me traía dos libras de camarones.

Gulnara no sabía si estallar de las iras o lanzar una carcajada.



 

TRES  HORAS DESPUÉS

Estaba escondido detrás del sofá viendo como volaban las cosas que Alfredo y Gulnara se lanzaban.

- Yo compré esto - dijo Alfredo y tomó los platos tendidos de una vajilla.
- Pero nada quedara contigo - amenazó y lanzó los platos hacia el aire.

- ¡Maldito desgraciado! - dijo ella y empezó a lanzarle todos los floreros que encontraba a su alcance.
Alfredo protegía con sus  brazos y dejaba que los floreros reboten en su cuerpo y caigan al suelo.

- Lamento el haberme casado con una pobre como vos - Gritó Alfredo.

- Pero gracias a Dios tuve buena educación, me gradué en uno de los mejores colegios de Quito.
Gritó ella y le lanzó un cenicero con odio y desprecio.

- La que debería lamentarse soy yo - Dijo ella afligida.
- Me case con un longo que además lleva el apellido de un indio famoso que le encanta hacer el papel de víctima...

- Nosotros nunca hemos sido pobres.
  Si él por sacar fama se queja,  no es mi asunto y por eso te casaste conmigo, porque soy longo de plata - le dijo él.

- Me case contigo, pero esto se acabo...
- ¡Se acabo! - dijo él y lanzó toda la vajilla por los suelos.
- ¡Se acabo! - me dije a mí mismo recogiendo los pedazos regados por los suelos.
- Me voy a vivir con mi tía Rosa - dijo Gulnara.
- ¡Lárgate! … mientras yo haré los papeles del divorcio - Gritó él.

 

- ¡Rasquetea bien el piso! - Ordenó Rosa y empecé a mover más mi pie apretándolo fuertemente con el rasqueteador.

- No, es así - dijo ella y deje de rasquetear.
- ¡Rasquetea el piso con la mano! - ordenó.
- Puedo hacerlo con el píe - Replique con voz asustadiza.
- ¡No me respondas! Hijo bastardo - gritó ella y me  lanzó un chirlazo.

Me arrodille y empecé a rasquetear con la mano.
- ¡Más duro!  - Ordenó ella. - Quiero ver que te salga sangre por las manos. ¡Hijo del demonio!
Me dijo despóticamente mientras me pateaba en el estómago.

 

TODO SE PAGA EN ESTA VIDA

- Gulnara, ¡Vámonos de aquí!, Rosa me trata mal - Le supliqué.
- No puedo hacer nada.
- ¿Por qué?
- Nosotros estamos aquí de arrimados.

Al rato el teléfono sonó y Rosa contestó. Al escuchar lo que le dijeron, empezó a dar alaridos de dolor y saltar como una loca, 
tan solo repetía -  ¡Mi  hijo!, ¡mi hijo!, mi hijo...

- ¿Qué pasó? - le preguntó Gulnara asustada.

- ¡Mi hijo!, ¡mi hijo!, mi hijo... y seguía saltando, gritando y llorando como una desesperada que no sabe explicar lo que le pasa.

Mientras Gulnara trataba de tranquilizarla, tomé el teléfono.

- ¿Que pasó? - Pregunté tratando de fingir una voz adulta.
- Es usted familiar del Sr. Alvaro Acosta
- Sí - Hemos encontrado el cadáver del Señor en el Río Guayabamba, tiene cinco balazos, sospechamos que fue asesinado por la mafia. Necesitamos vengan a reconocer el cadáver.
- Para allá vamos - dije  y cerré el teléfono.

Veía como Rosa lloraba por su hijo y me dio pena por él, pero me alegré al ver a Rosa en tal estado crítico. 
Dios le había quitado lo que ella más quería. Pero a pesar de este incidente ella jamás se daría cuenta de lo que pasa cuando una persona anida males en su corazón. Toda acción genera su reacción.
 


 

DOS AÑOS DESPUÉS

Gulnara y Alfredo se volvieron a casar y dejamos de vivir como arrimados en la casa de Rosa Báez. La tía de Gulnara.

Una mañana Alfredo amaneció con antojos.  - Gulnara, ¡Hoy día quiero camarones! - pidió  amablemente.

Ella frunció el ceño. La palabra "camarones" le traía malos recuerdos.
- ¡Llama a tu camaronera y pide que te traigan!


Al poco tiempo Alfredo se sintió mal y hubo que hospitalizarlo.

-         No te preocupes, pronto saldré de aquí. - me dijo.

 

CUANDO CAES EN DESGRACIA, LOS LIBROS SON TUS MEJORES AMIGOS.

SEIS MESES DESPUÉS

- Francisco, ¡Perdóname por todo el daño que te he hecho! - me pidió Alfredo en el lecho de su agonía. No le dije nada. 
- ¡Cuida de tu madre, la casa y mis libros! - me dijo en tono suplicante. Pero otra vez no hable.
- Los libros son los mejores amigos del hombre - me dijo y tomo  mi mano.

- Sabes, cuando uno anda en borracheras y tiene dinero, uno tiene muchos " amigos", pero cuando caes en desgracia,
te enfermas y no tienes dinero, los únicos buenos amigos que tienes son los libros. - me dijo y de pronto  se dio un retorcijón.
Su cara se arrugo y él apretó los dientes tratando de aguantar el dolor, pero no soporto.

El dolor fue tan fuerte que Alfredo se arrodillo, junto sus manos y en posición de oración sobre la cama y gritó
- Dios, ¡Ten compasión de mí!, ¡Ten piedad de mi!, ¡ Por favor llévame que ya no aguanto este sufrimiento!

Yo también oré con él en silencio.

- Dios, es preferible que este hombre se muera, él hace más bien estando muerto que vivo.

Al siguiente día, Dios, o quien quiera que haya sido. Escucho nuestra oración.
 


 


NO HAY MUERTO QUE SEA MALO

- ¡Qué bueno que era el finadito! - dijo un amigo de copas de Alfredo.
- No había hombre más inteligente en la familia que él -
Dijo hipócritamente Rosa mientras que yo sabía perfectamente que Alfredo no fue nunca de su predilección.
- ¡Excelente amigo! - dijo un compañero de borracheras.

Luego en la Iglesia no había donde poner un pie. El discurso del cura fue el típico.

Nos hizo recuerdo de la vida eterna y que si no pertenecíamos a la Iglesia nos vendría el castigo divino, 
enfatizó en el dolor causado por la muerte y se paso alabando a un muerto a a quién jamás conoció.

- ¡Padre ejemplar!, ¡hombre honesto!, ¡marido fiel!, ¡cristiano ejemplar!  etc, etc, etc.
- Y este ...¿De quién está hablando? - Me pregunté 
- ¿Y  Dónde estuvo toda esta  gente cuando él estuvo enfermo? - me seguí preguntando.
 

Al enterrarlo llore y Alejandra, la hermana de Gulnara vino hacia mí y me dijo
- No llores Francisco, todo ira mejor.

- No lloro por él, lloro por lo que me va a pasar. - fue lo que pensé en mi interior.

Nadie llora por el muerto. La gente llora por sí mismo.

UN AÑO DESPUÉS.

- Francisco ya esta inscrito en la "Academia Militar Ecuador" - dijo Gulnara orgullosamente a su familia.
- Pero, ¿Con qué dinero le vas a mantener? - preguntó preocupada su madre.
- Con el de la herencia. - Dijo Gulnara y continuó.
- Antes de que Alfredo muera, él me dijo que al morir él, yo  sería millonaria. Todavía tengo que pelear por esa herencia.
Es por eso que inscribí a Francisco en la Academia. De esa  manera la familia de Alfredo verá que estoy invirtiendo el 
dinero en él y el resto será mío.
 





POR DIOS… ¡COMPÓRTATE!


- Francisco, este es un gran sacrificio que hago yo por ti. Por Dios... ¡Compórtate!
Conserva siempre los buenos modales y en el comedor guarda siempre la etiqueta.
Vas a estudiar con los hijos de las mejores familias del país.

Me dijo Gulnara al dejarme en la Academia Militar Ecuador el primer día de clase.




TODO LO TUYO ES MIÓ… Y TODO LO MIÓ, NO ES TUYO

Estaba en el equipo de atletismo y llegábamos siempre tarde al comedor.
Ese día sirvieron arroz, con menestra de fríjol y un huevo duro.
Sentado frente a mí estaba un cadete de cuarto curso que era  velocista.
Tez blanca, cejón, pelo negro y ojos profundamente negros.
Al hablar notaba que tenía los dientes más blancos y perfectos de todo el colegio.

- Pablo, lanza una cáscara al idiota del Javier - le dijo su amigo.
- Yo lanzo a quien me dé la gana - le dijo él

Pablo tomó una cáscara de plátano y la lanzó sobre mí y regrese a ver que caía en la cabeza de otro que estaba comiendo en otra mesa.
El afectado regresó a ver inmediatamente y yo volví inmediatamente mi cabeza hacia el plato.

Pablo fingió estar comiendo  y disimuladamente veía hacia la otra mesa.

- ¡Le di Julio!, le di - murmuró emocionadamente al oído de Julio
- Le diste al desgraciado del Javier.
- Ya te dije que yo lanzo a donde quiera - le dijo Pablo.
- Te creo, pero esta vez le lanzaste justamente a  la cabeza del Javier - le dijo su amigo.

Pablo me regresó a ver como comía - ¡Al diablo con la  etiqueta!, aquí todos somos unos salvajes.

- ¡Que alivio!
Me dije a mí mismo y suspire,  pero noté que algo faltaba en mi plato y regrese a ver a todos los lados, incluso debajo de la mesa.

- ¿Qué le pasa?
Preguntó el brigadier que controlaba el comedor al ver mi actitud de búsqueda.

- No asoma mi huevo.
Le dije y mientras que  los que estaban alrededor mío  apretaron los labios. 
Pablo y Julio me quedaron mirando fijamente,  y yo tan solo veía que ellos trataban de contener sus ganas de reírse.

- Si no  lo sabe donde lo tiene… ¡Es mejor que se lo agarre! - me dijo aquel brigadier y se retiro.

Todos lanzaron una carcajada. Pablo y Julio no podían contener su risa mientras miraba fijamente a los ojos de  Pablo sin reírme para nada.
Pablo dejó de reírse. Respiro profundo y llevo sus manos hacia las entrepiernas y saco el huevo.

- Toma, aquí está tu huevo.

Julio lanzó una carcajada, mientras que los otros callaron. 

Tome de su mano el huevo y me dijo:
- Todo lo tuyo es mío  y todo lo mío, no es tuyo...

Otra vez Julio lanzó otra carcajada...

- ¡Usted queda castigado por quitarle el huevo!, y ¡usted queda castigado por dejarse quitar!
Ordenó el brigadier que estaba justo detrás de Pablo.

El jamás se dio cuenta que un brigadier estaba a sus espaldas.
Pablo tuvo que decir Adiós a las carcajadas mientras que Julio tuvo que respirar profundo para contener su risa.



NUNCA MALDIGAS...¡BÚRLATE DE LAS ADVERSIDADES!


- ¡Par de hijueputas! - dijo despóticamente el brigadier en el patio.
- Tener que quedarse castigados por un huevo... ¡Extiendan los brazos! - Ordenó.

Nosotros pusimos nuestros brazos en posición horizontal.

- Se quedan en esa posición hasta que ordene lo contrario - dijo aquel  brigadier y se retiró.

Gotas de lluvia empezaron a caer y al ver hacia el cielo veía que un fuerte aguacero se aproximaba.

- ¡Maldición! - Exclamé.
- ¡No maldigas! - dijo Pablo - ¡Disfruta!
- ¿Disfrutar? , ¿Acaso no te das cuenta que estoy castigado por tu culpa? - Le reclamé.
- Jamás eches la culpa a nadie de tus desgracias. Tú tienes la culpa por ser despistado
Me dijo retándome con su mirada y sus ojos negros que se clavaban directamente sobre los míos.

- Bueno, entonces yo tengo la culpa de este castigo -  dije molesto.
- No estés molesto, ¡Disfruta! - me dijo - ¡Búrlate de las  adversidades!

- ¿Cómooo? - pregunté enfadado.
Me tienen parado aquí, los brazos me duelen, esta lloviendo y además me dijeron que soy hijueputa...

- Nos dijeron - aclaró él mientras su mirada se suavizo y se rió.
- ¡Qué bobo eres!
- Además de sentirme culpable, ya me hiciste sentir tonto.
- ¡Estira los brazos! - me dijo y los estiré.
- Pon las palmas de las manos hacia arriba - Ordenó suavemente e hice lo que él me pidió.
- ¡Alza tu cabeza y cierra los ojos! Siente como el agua moja tu piel...

Sentí como la lluvia mojaba mi rostro y regresaba a ver a Pablo y veía su rostro lleno de felicidad al sentirse  mojado por la lluvia.

- ¡Es tan bueno ser hijueputa! - dijo él.
- ¡Es tan bueno ser hijueputa! - dije yo mentalmente.

Y los dos nos quedamos en silencio sintiendo  la lluvia mojar nuestro rostro.

Regrese a ver el rostro dulce de Pablo y por un momento, sin explicarme el porqué, sentí  un nudo amargo en la garganta.
 





- ¿Por qué faltaste ayer? - me preguntó Pablo enfadado.
- Me enfermé contesté.
- ¡Mientes! - me dijo enfáticamente.
- De tanto disfrutar el castigo, me dio un fuerte resfriado.
- ¡Mientes! - volvió a repetir enérgicamente.
- Me eche la pera - le dije.
- Lo sabía. - me dijo él
- ¿Cómo lo sabías?
- Algún día lo aprenderás...

 


 

EL LENGUAJE DEL SILENCIO

Después de dos meses de vacaciones, volví a la Academia. A la hora del recreo me senté en la grada que justamente daba a la puerta de la tesorería.  Pablo vino y se sentó junto a mí, pensé que los dos charlaríamos mucho sobre todo lo que hicimos en vacaciones, pero no fue así.

El no pronunció ni una sola palabra. Los dos pasamos viendo el ir y venir de los cadetes y me incomode.

- ¡Pablo!, estamos media hora  juntos y tú no me dices ni una sola palabra - le dije molesto.

El me regresó a ver y suspiró.- ¿Acaso no has entendido el lenguaje del silencio?
- No - respondí y  regresé a ver al movimiento de los cadetes. El puso su mano en mi antebrazo y me dijo:
Basta con que estés junto a mí, ya me  siento feliz.
 


 

Estaba en tercer curso de la Academia y Pablo llegó a ser brigadier.

- ¿Cómo te va? - me preguntó un día.
- Bien.
- ¡Mientes! - me dijo en tono cortante y baje mi cabeza.

El puso su brazo sobre mi espalda y me abrazó.

- Francisco, cuando pelees con tu madre, recuerda que  te  quiero. Ya no te amargues la vida por esa mujer.
Yo siempre  estaré junto a ti.

- ¿Siempre?

- Siempre - respondió él.



 

TENGO UN PROBLEMA...

Estábamos entrenando con los del equipo de fondo. Pablo estaba  en la pista de cien metros porque era velocista.
Una joven muy bella, tez blanca, pelo y ojos negros, se parecía a la actriz mexicana Talina Fernández,  entró hacia la cancha.
Y de pronto, la típica conversación de machos:

- ¡Esta buenota! - dijo Juan Carlos. Un cadete de mi curso que estaba junto a mí.
-¡Esta ricota! - dijo otro cadete.

- ¡Pues ni se les ocurra vacilarla porque esa mujer ya tiene dueño! -
Exclamó Mateo. Un guayaco que era interno en la Academia.

- ¿Cómo? - preguntó Juan Carlos y noté que Julio se puso nervioso.
- Esa mujer es la esposa del brigadier que está corriendo como loco por allá. - y Mateo señalo hacia Pablo.

Ese momento sentí como si un balde de agua helada hubiera sido vertido sobre todo mi cuerpo.

- Finge que no sabes nada y corre – me susurro  Julio.
- ¡Eres un desgraciado!, no me dijiste nada - le reclamé.
- Pablo me lo pidió.- dijo Julio mientras corría.
- El me dijo que era su hermana.
- Ja,ja,ja...  ¡Que incestuoso resulto el tuyo!...Su hermana está embarazada.-  dijo Julio y salió corriendo.
- ¡Diez vueltas a la cancha a un 75%! - me ordenó el entrenador de atletismo.

Llegué a la meta, caí de rodillas, lleve mi cabeza hacia el suelo y la tape con mis manos.

- ¡Dios mío dame fuerzas! - Pedí al creador, me levanté, caminé y ví a Pablo con su compañera.
Al verme, Pablo abrazó orgullosamente a su supuesta hermana. Seguí caminando fingiendo no haber visto nada.
Pablo me siguió con su mirada.

- ¡A este no le vuelvo a hablar más en mi vida! - le dije a Julio
- No hace falta, los dos casi nunca se hablan -  dijo él alzando sus hombros como si no le importara.
- ¿Qué te pasa? , te veo pálido - me preguntó Javier que venía cerca de nosotros.
- Nada, estoy cansado  - respondí respirando por la boca constantemente.
- ¡Yo sí tengo un problema! - me dijo respirando profundo.
- ¿Cuál? - preguntó Julio.
- ¡Soy homosexual!- contestó secamente.

Todos dejamos inmediatamente de caminar.

- ¿Y qué? - le dijo Julio alzando sus hombros.
- Si lo comprueba mi padre… Me mata - contestó Javier asustado.
- Pues no se va a enterar. A menos que tú se lo digas.- le dijo Julio.
- Ya lo sabe.
- ¿Cómo lo supo? - pregunté admirado.
- Me escuchó hablando por teléfono con mi novio.
- ¿Comooó?, tienes apenas quince años y tienes novio -  dijo Julio asombrado.
- Francisco tiene mi misma edad y tiene novio también. - dijo Javier
- ¡No tengo novio! - respondí inmediatamente
- No te hagas - me dijo Javier riéndose.
- No tengo ningún novio - Recalqué.
- Es cierto, él no tiene ningún novio - aseveró Julio.
- Francisco, yo sé que tú y Pablo se aman - me dijo Javier poniendo su mano sobre mi hombro.

- ¿Cómo lo sabes?
- Los homosexuales hablamos con la mirada - dijo Javier.
- Ya entiendo porque le caes mal a Pablo...
-  Yo no le caigo mal a nadie - me dijo Javier reclamándome.
-  No importa, pero gracias a una cáscara de plátano en tu cabeza, conocí a Pablo.
-  ¿Noto algo en mi?
-   Nada, solo que le comías con tu mirada..
- ¿Notaste algo raro en mí? -le preguntó Julio preocupado.
- Sí.
- ¡Estamos cagados! - dijo Julio regresándome a ver.
- No, nadie se dio cuenta, excepto yo. La forma en que te comunicas con Pablo es formidable.
Me dijo Javier rodeando su mano por mi cintura.

- ¿Y ahora qué harás con tu padre? - le pregunté.
- ¿Qué harías si tu madre se entera? - me preguntó Javier.
- Prefiero estar muerto.
- Lo mismo pienso yo. - dijo Javier.




UNA FLOR CON ESPINAS ES BELLA, UN AMOR QUE HA EMPEZADO A NACER.

En la misa de funeral todos estábamos cantando: 

- Madre una flor, una flor con espinas es bella, madre un amor,
un amor que ha empezado a nacer...

Como siempre, en aquella frase, Pablo me regresaba a ver.

Al finalizar la misa nos acercamos a dar las condolencias.

- Gracias por asistir al funeral - Nos dijo el Padre de Javier a mí y a Julio.
- No hay de que. - le dije haciendo una venía.
- ¡Era un buen atleta! - dijo Julio apenado.
- Lastima que no supo limpiar bien el rifle - dijo su padre consternado.
- Al limpiar el gatillo, la bala salió disparada y lo mató. - Respiró profundo y nos dijo:
- ¡Fue un accidente! - vio hacia el suelo en gesto de pena y se retiró.

Julio y yo nos regresamos a ver y él me preguntó con sus ojos cual era mi opinión.

- Fue suicidio. 
- ¡Brujo! - me dijo y bebió su copa de vino.
 


 

LO TIENE TODO Y ES INFELIZ

- Sé que un hombre mayor influye en tu vida - me dijo Gulnara a la hora de la cena en un gesto de desafió.
- ¿Quién? -  pregunté.
- Se llama Pablo, es cuatro años mayor que ti y además es marica.
- Pablo ¿Marica? - dije riéndome.
- Si, él es marica - dijo Gulnara  despectivamente.
- El está casado - afirmé.
- Por lo visto, el ser casado hoy ya no es garantía - dijo   ella en gesto irónico y me preguntó:
- ¿Qué eres tú para él?
- Somos dos buenos amigos.

Gulnara respiró profundo creyendo que le mentía y me dijo:

- Sé que él fue donde la sicóloga de la Academia y dijo que  estaba enamorado de ti.
¿No es eso una prueba suficiente  para saber que andas con un homosexual?
- ¿Cuánto le paga a la sicóloga para que tenga que andarle informando de mi vida? - le reclamé.
- ¡Soy tu madre y tengo que saberlo todo! - me dijo airada y dando un golpe en la mesa.
- ¡Devuélvame al convento! - le pedí - Allí están mis madres.

Gulnara respiró profundo e inmediatamente se levantó de su asiento fue a llamar por teléfono.

- Alejandra, Francisco quiere volver donde las monjas...

Gulnara escuchó lo que decía su hermana y cerró el teléfono casi furiosa.

- No puedes volver donde las monjas - me dijo.
- ¿Por qué?
- Hable hace un mes con madre Magdalena. Ella no puede tenerte.
- Quiero hablar con ella.
- ¡Entiende! - me gritó - Las monjas no pueden tenerte, ni siquiera tu madre puede tenerte.
He conversado con ella, y ella no quiere saber nada de ti.

Hice lo posible porque no se me fueran las lágrimas y, Esperanza, la sirvienta retiró el plato de mi mesa.

- Joven Francisco, usted siempre tiene los ojos tristes - me dijo  y Gulnara se burló.

- Tiene todo y es un infeliz - dijo en forma hiriente.
- Ni   siquiera nosotros que hemos sido hijos propios hemos tenido todo  lo que él tiene.

- Me hace falta algo... - me dije a mí mismo suspirando sabiendo que en esa casa solo me sentía melancólico e incompleto sin ser yo mismo.
- Me arrepiento el haberte adoptado.- dijo despectivamente.
- ¿Entonces por qué no me devuelven  donde las monjas? - le grité.
- Porque tú eres un impedimento para mí - me gritó y luego apretando los puños dijo con un gesto de rabia en su rostro.
- ¡No tienes idea  de cuanto te odio!.- Respiró profundo y se retiro.

- Su vida es un infierno - me dijo Esperanza al ver aquella escena.
- Y todos se imaginan que es un cielo - le dije.

Subí al baño. Tome el botiquín y había como unas doscientas pastillas de todos los colores y sabores,
incluso algunas caducadas que sirvieron para aliviar los dolores causados por  el cáncer que tuvo Alfredo.

Me las tomé de poco en poco, bocados de agua  y grupos de pastillas.
Prefería estar muerto a vivir el infierno que vivía con Gulnara y su familia. 

Me fui a recostar en mi cama y pensé - Me quedo dormido y para mañana tan solo mi cuerpo estará aquí.

De pronto una figura de un hombre hecha en luz apareció al pie de mi cama. Lo podía ver claramente aunque el cuarto estaba oscuro.
El era alto, hermoso. Era una imagen en tres dimensiones hecha totalmente en luz como en un holograma.  El extendió su mano y la tome.
Sentí una energía pacificadora que entró dentro de mí y sentí que aquel ser me amaba. Su rostro era sumamente bello y emanaba amor.
No quise soltar su mano, quería aferrarme a él, pero él desapareció y mi mano quedo con su energía amorosa por varios minutos.

Al siguiente día Esperanza me saludó:

- Joven Francisco, ¿Como está?
- Muy bien, vivito y coleando- respondí alegremente.

Al rato Gulnara bajo y preguntó desafiante:

- Francisco, ¿Qué has hecho con las pastillas del botiquín?
- Me las tomé todas.
- ¿Quisiste suicidarte? - preguntó cautelosamente.
- Sí.
- ¡Dios mío! - exclamó esperanza llevándose sus manos hacia la cara.

Gulnara respiró profundo y me miró despectivamente. - ¡Ojala te hubieras muerto!

- ¡Qué lastima! - le dije - Hay Francisco para rato...

Esperanza se rió. - Hay Francisco para rato - repitió contenta.





- ¿Cómo la pasaste la noche de grado?  - me preguntó Ramiro, uno de mis mejores amigos de curso en la Academia.
- Plenísimo, le hice morir de iras a Gulnara.
- Yo también les hice morir de iras a mis viejos, llegué a la ceremonia borracho...
- Eres un salvaje - le reclamé.
- ¿Y tú? , no te me hagas el santo.
- Gulnara se lo busco...
- ¿Por qué?
- Seis años de soportar ese colegio para que a la final me  venga a decir: No estoy orgullosa de ti - le dije imitando  a Gulnara.
- Los padres no entienden el sacrificio que hacemos los hijos al estar en la Academia.
- No lo  entienden.- Dije resignado y en tono burlesco.
- ¡Vamos al ejército! - me propuso.
- ¡Estas loco! - le reclamé. - Seis años de disciplina militar y ahora quieres que me pase obedeciendo por el resto de mis días.
- Pero es la única manera de estar lejos de nuestros viejos - Razonó él.
- Deben existir otras - le dije.
- ¿Cuáles? - me preguntó.- No tenemos plata, no tenemos profesión...
- Somos pobres y vivimos lejos...
- Y mi padre es ladrón  - dijo Ramiro.
- Tienes que decir: mi padre es banquero.
- Correcto ¡Colega!
 




 

- Gulnara...Quiero ir al Ejército - le dije mientras cenábamos.

Ella pegó un salto de felicidad - ¡Por fin Francisco pensaste! - dijo festejando
- Ese ha sido el sueño de toda mi vida. Voy a tener un hijo militar - gritó emocionada.
- ¿Y a esta... qué le paso? - Me pregunté al verla tan alborozada.




 

Fuimos a la primera entrevista. Entregue mi carpeta al capitán, él no observó mis documentos detenidamente,
sino que se fijaba en una pequeña cola de pelo que me había dejado crecer.

- Se ve ridículo con esa cola - me dijo.
- ¿Qué tiene que ver la cola con esta entrevista? - le pregunte y él se quedó en silencio.
- Disculpe que sea indiscreto, ¿pero puedo hacerle una pregunta?
- Sí - contesto bruscamente.
- ¿Usted piensa?

El respiro profundo y lanzó la carpeta hacia mí.

- Usted no puede entrar a nuestra prestigiosa Institución - dijo furioso.

Tomé la carpeta y Gulnara me regresó a ver con gesto de capataz.

- Su esposo tenía razón - le dije. Gulnara tomó la carpeta y se dirigió hacia la oficina donde trabajaba el cuñado de su hermana.
A los pocos minutos volvió.

- Empiezas exámenes mañana - dijo.
- Pero ya no quiero entrar al ejército - le dije
- ¡Empiezas exámenes mañana! - ordenó.
- ¿Le puedo hacer una pregunta indiscreta?
- No - respondió inmediatamente.
 


 

- ¿Cuál es esta letra? - me preguntó el oftalmólogo al señalarme una E.
- La C. - respondí.
- La siguiente...
- Una E -  Pero era un V.
- La siguiente...
- La D.- Pero era un H.

Y fingí por poco que no veía. El se acercó hacia mí y analizó mis ojos y escribió su informe.

- Con este estado de ceguera, no aprobaré y Gulnara me dejará en paz. - pensé.

- Ha aprobado todos los exámenes médicos - me dijo él.
- ¿Queeé? - pregunté incrédulo.
- Mañana empieza los físicos.
 


 

ESTA PRUEBA ES SOLO PARA HOMBRES.

- No puede subir el cabo - Dio el informe un sargento a su superior sobre mi deplorable estado físico.

El teniente al ver mi ficha me dijo burlándose:
- Usted no podrá soportar nuestra disciplina. No ha hecho las abdominales requeridas.
Lanzó la bala apenas tres metros, no puede hacer flexiones de pecho.
Ahora que le toca correr, no alcanzará ni siquiera  la primera vuelta...

Yo tan solo lo escuchaba y quería que me descalifique.

- Usted viene de un colegio de señoritas ricas… ¡Esta institución es para hombres!
- Me dijo en tono orgulloso. - La siguiente prueba es para hombres - me volvió a repetir.

Me quedé pensativo por un momento y concluí.
- He hecho todas las pruebas mal, seguro que si hago un buen tiempo en esta, no me aceptaran. 
Lo que este idiota no sabe es que soy fondista - me dije a mí mismo.

- En sus marcas, listos, fuera... - dio la voz aquel teniente.

Empecé a trotar tranquilo. Sabía que la clave era dejar que el resto se queme para luego superarlos.

Al llegar primero la meta el cronometrista gritó - El ha hecho el mejor tiempo en 4.000 metros.

El teniente no pudo ocultar su rostro de asombro mientras pasé por su lado.  

- ¡Adiós!- me despedí.
- Hasta mañana... - me dijo él.
- He dado todas las pruebas mal. - Le reclamé. No quería que me acepten.
- ¡Excepto esta!. Eres un buen atleta y nos puedes ser de mucha utilidad. Mañana empiezas las pruebas intelectuales.
- ¡Maldición! - me dije a mi mismo.

 


 

- Las provincias del Ecuador no son 19, son 20.
Me corrigió un cadete de tercer curso que estaba encargado de vigilar que no copiáramos.

- ¿Qué esperas? - me decía y no le respondía nada.
- ¡Borra!... y pon la respuesta correcta.-

Como las respuestas estaban escritas a lápiz, tomaba el borrador, la borraba de mala gana y ponía la respuesta correcta.

- Abraham Lincón fue presidente de los Estados Unidos, nunca ganó el premió Nobel de la paz - me corrigió.
- Debería haberlo ganado - le insinué.
- En ese tiempo no existían los Nobel - me dijo y otra vez tuve que borrar y poner la respuesta correcta
y así lo tuve que hacer sucesivamente en todas las pruebas porque este cadete me cogió tal cariño que por poco
me daba haciendo el examen él mismo.

Al llegar a la prueba de Inglés, no deje que él se me acerqué, apenas me dieron la hoja, la empecé a llenar,
y por tratar de impresionar al resto,  salí primero. 

 


 

Un sábado por la noche, en una reunión familiar. Hubo una llamada telefónica. Gulnara la contestó.

- Señora, su hijo entra becado al Ejército, es buen atleta y sabe otro idioma.

Gulnara dijo alegremente a todos: 

- ¡Francisco va a ser militar!
- ¡Bravooooo! - gritaron todos.
- ¡Soy un imbécil! - me critiqué  a mi mismo.
- Felicidades, Francisco - dijo Margarita, la  hermana menor de Gulnara
- Esto me pasa por correr como desaforado - me reclamaba a mi mismo.
- Serás el orgullo de la familia - dijo Gustavo,  el único hermano varón de Gulnara.
- ¿Puedo pensar hasta el Lunes si voy o no voy al ejército? - pregunté a Gulnara.
-  Tú sabes que siempre he respetado tus deseos...

 


 

- Gulnara... no voy a entrar al Ejército - Le dije el  lunes por la mañana.

- ¡Solo eso me faltaba! -
Dijo Gulnara y cayo inmediatamente sobre el sofá, puso su mano en su cabeza y su rostro se empezó  a poner rojo.

- ¡Qué mal hijo que eres! - me reclamó.
- Yo lo he hecho todo por ti. Si quiero que vayas al ejército es porque quiero que  asegures tu futuro, porque tengas una buena profesión.
Todo lo hago por ti, pero ese es tu  pago. - y puso sus manos en la cabeza.

- ¡Esperanza! - gritó.
- ¿Qué señora? - respondió la sirvienta
- Tráeme mis pastillas, las necesito, me siento mal. Francisco me va a matar...
- Voy al Ejército - le dije.

Gulnara se incorporó rápidamente.

- No traigas nada - le dijo a Esperanza - Este momento voy a sacar la plata del banco para comprarte los uniformes.
Dijo alegremente y corrió a tomar la llave del auto.
 

 

- Ya quiero vestir el uniforme de gala - dijo uno que caminaba  junto a mí al ingresar a los dormitorios el día de ingreso al ejército.
- Con cualquier uniforme impresionaremos a las peladas - le  dijo otro.
- ¡La escuela es inmensa! - decía admirado otro.
- ¡Me encantan las piscinas!- dijo otro.
- ¡Ilusos!, no saben lo que les espera - les dije.

A la noche se asomó al dormitorio aquel cadete que me ayudó a corregir las pruebas.

- Estoy contento de que  estés aquí. Yo te ayude  de todo corazón porque tienes pinta de militar, tienes pinta de ser noble - me dijo en tono de orgullo - y esta profesión es noble.

Ese momento agaché mi cabeza.

- ¿Qué te pasa? - me preguntó.
- Nada. Tan solo necesito estar solo - le dije, porque en aquellos momentos lo que mejor podía haber hecho por mí aquel hombre era desaparecer de mi vista.
 



¡QUE DIFÍCIL ES QUE UN MILITAR PIENSE!


Después de un mes de estar en aquella prestigiosa institución, la vida allí se me volvió insoportable.
- Ya estuve seis años en la Academia - me dije - no deseo este estilo de vida por el resto de mis días.

Al momento en que iba a pedir la baja. Un brigadier del otro pelotón vino con un recluta  y le dijo al teniente que dirigía mi pelotón-
- Este recluta pidió la baja. Antes que salga a la vida civil, quiero que pelee con el mejor quiño de su pelotón.
¡Sáquele la mierda para que se acuerde de nosotros!

- Mejor pido la baja más tarde - pensé.

La pelea empezó y gritos de euforia se escuchaban alrededor.

- Dale...
- Pégale a ese recluta...
- Mátale a ese futuro civil...

Y uno que estaba alado mío, que era egresado del Colegio Militar gritaba como un fanático.
- Pégale... Sácale sangre.. Dale duro... Detesto a los civiles...

- Tus padres son civiles, tus familiares son civiles,  y con los impuestos de los civiles, viven los militares - le dije.

El se quedó en silencio y al poco rato empezó de nuevo - Pégale... Mátale... Dale duro...

- ¡Qué difícil es que un militar piense! - me dije al ver aquel cuadro.

Al siguiente día estaba saliendo de aquella institución.


 


EL AMOR ENTRE HOMBRES NO EXISTE

- ¡Dios mío!, no puedo creer lo que están viendo mis ojos - dijo la madre de Renzo asustada.

Diego se acerco hacia donde Tomás y le lanzó un fuerte trompón que lo lanzó hacia el suelo.

- ¡Desgraciado! Estas corrompiendo a mi hijo - le dijo enojado y con su rostro rojo lleno de  iras.

Renzo se apresuró a ponerse su interior y acercarse a Diego.

- ¡Papá, tranquilízate!. Tomás  no me ha corrompido.
Le dijo tomándole del brazo para tratar de evitar que Diego siga pegando a Tomás.

- ¡Entonces!... ¿Dime qué es lo que vieron mis ojos? - gritó Diego.- Tomás estaba montado sobre ti, culiándondote.

Tomás se arrimó a la pared mientras que Renzo le paso enseguida un pañuelo para que se limpie la sangre de su nariz y luego le paso su  ropa interior.

- Tomás, hemos sido demasiado buenos contigo. Tus padres y nosotros arrendamos este departamento para ustedes, para que estudien y sean buenos profesionales, pero jamás nos imaginamos esto. - dijo la madre de Renzo desconcertada.

- Yo avisaré a los padres de Tomás que su hijo es un maricón - dijo Diego.
- ¡Por favor!, no lo haga - Suplicó Tomas.- Los matará del dolor.
- Ustedes también nos han matado del dolor - dijo la madre de Renzo.

Diego respiró profundo y miró hacia Renzo. Su orgullo le impedía que derrame una lágrima.
- Hijo, tú eres el más apuesto de todos mis hijos y el más querido.
En la hacienda yo hice una casa especial para ti, para que vivas allí con tu esposa y con nuestros nietos...

- Te lo agradezco papá, pero yo amo a Tomás.
- ¿Cómooo? - preguntó la madre de Renzo llevándose las manos a su cara.

- ¡El amor entre hombres no existe! - dijo Diego fríamente.
- Yo amo a un hombre - le dijo Renzo.
- Eso es pasajero - dijo la madre de Renzo.
- Lo amo desde que soy niño.
- ¡Cállate! - Suplicó Tomás a Renzo.
- ¡Renzo!... ¡Arregla tus maletas!, nos vamos para la hacienda - Ordenó - Diego.
- Papá yo me quedo aquí. Tomás me necesita...
- ¡Renzo!, te he dado una orden - dijo firmemente Diego.
- ¡Obedezca a su padre! - dijo Tomás a Renzo.

Renzo observo a Tomás y se le fueron las lágrimas.

- Papá, no me pidas eso, te conozco. Si voy a la hacienda, no regreso - le dijo Renzo llorando.
- Te he dado una orden - gritó Diego. - Te  esperamos afuera.

A Tomás se le fueron las lágrimas también, pero los dos trataban de contener al máximo su dolor.

- Te ayudo - le dijo Tomás queriendo empacar.
- Deja, lo haré solo. Acuéstate con la cabeza hacia arriba para que te pase la hemorragia - le dijo Renzo.

Renzo empezó a empacar tan solo poca ropa. Quería dejar el resto como pretexto para regresar por aquel departamento.

- Nos vemos pronto - le dijo Renzo a Tomás.
- Te estaré esperando - le dijo Tomás.
- Recuerda siempre nuestro pacto.
- Lo recordaré... - dijo Tomás.
 




TRES MESES DESPUÉS

- ¡Bienvenido a Caracas! - le dio la bienvenida a Renzo su hermano.

- ¡Bienvenido a Francia! - le dio la bienvenida a Tomás un sacerdote.

- ¡Bienvenido a la Universidad Central! - me dio la bienvenida el profesor de Castellano.





EL QUE NO TIENE, Y DE PRONO LLEGA A TENER, LOCO SE A DE VOLVER

- ¡Estás con los del montón! - me dijo Gulnara.
- Me encanta la universidad del Pueblo - le dije.
- Todo mi sacrificio se ha ido por los suelos. - dijo ella decepcionada.
- Es por eso que escogí aquella universidad, porque no quiero seguir escuchando cuanto se sacrifica por mí.
- Esa universidad no es prestigiosa.
- A la final, es mi dinero.
- Has lo que te de la gana - me dijo aquella mujer que olvido que algún día ella fue pobre.
Ahora ya despreciaba a los de su clase.

 


 

- Me das un café - le pedí a un joven  que atendía el bar. El me sirvió el café y quedo viendo hacia mis ojos.

- ¡Es demasiado guapo!  Las mujeres tienen que acosarlo. - pensé al verlo y él inmediatamente esquivo la mirada.

Me reí al ver su actitud tan nerviosa.

- ¡Mejor olvídalo!  Un tipo con esa pinta difícil que sea homosexual. - Pensé.

- ¡Matías!, pásame un café - Gritó su madre.

- ¡Es un nombre interesante! -Pensé inmediatamente acordándome de varias situaciones - No conozco ningún Matías que no sienta debilidad por los de su mismo sexo.  Me dije sonriendo. Tomé mi café y me fui a sentar a la mesa.

 

 
 

- Un cigarrillo, por favor - le pedía a Matías. El tomó uno de la cajetilla y me lo pasó.

- Un fósforo. ¡Por favor!

Encendía mi cigarrillo y le devolvía la caja.

- Gracias. -le decía y el tan solo hacia una leve venía. No pronunciaba palabra.
Al rato él encendía un cigarrillo y me quedaba viendo.

Este ritual se repetía a cada cambio de hora en la Universidad.

 



SI NO ME RESPETAS COMO MUJER, ME RESPETAS COMO ECUATORIANA

- ¿Julio, has visto a Pablo?
- Sí, va por su segundo matrimonio.
- Es preferible que cambiemos de tema - le dije.
- ¿Sigues viendo al que atiende el  bar.?
- Todos los días, me he vuelto un adicto al cigarrillo...y a él...
- ¿Te gusta?
- Sí, me gusta verle...
- Pero... ¿Te atrae sentimentalmente?
- No, los dos nos caemos mal.
- ¿Por qué? 
- El es muy serio, y yo soy medio loco.
- ¡Loca! - me corrigió.
- Julio, no me siento mujer...
- No importa, pero los dos siempre seguiremos siendo nañitas.- Dijo Julio abrazándome.

- Parece que ese tal Matías te ha hecho olvidar a Pablo.
- No lo creas. Pablo está en mi mente y en mi corazón todos los días.
- ¿Si tuvieras que  escoger entre Pablo y Matías?
- Me quedo con Pablo.
- ¿Por qué? si  te ha hecho ya dos cagadas.
- Pablo es rico y sencillo, Matías es un pobre arrogante.

- Creo que estas obsesionado por Matías - Dijo Julio.
- Creo que sí. Voy a dejar de verlo.
- ¿Por un largo rato?
- No, tan solo por ocho días, son suficientes para poner en orden mi cabeza y dejarme crecer la barba.
  Voy a cambiarme de look.
- Vas a ser un fenómeno. ¡Una mujer con barba! - dijo Julio en tono burlesco.
- Ñañita querida, si sigues hablando... ¡Mueres! - y le pellizque su brazo.
- Si no me respetas como mujer, ¡respétame como ecuatoriana!
Me dijo él apartando en forma brusca mi mano de su brazo y siguió caminando delante de mí de una manera afeminada logrando hacerme reír.





 

LOS HOMOSEXUALES HABLAN CON LOS OJOS.

Después de ocho días volví al bar. Apenas entré encontré que Matías estaba sentado en una mesa observando hacia la puerta.
Al verme, se levantó inmediatamente, con su mirada me dijo que estaba enojado y se metió a la cocina, de allí no volvió a salir
mientras estuve bebiendo un café.

Volví a la siguiente hora. Y él no apareció. A la siguiente hora paso lo mismo.
Al siguiente día, no asomó, aunque su auto estaba parqueado fuera.
Al tercer día, tampoco apareció. Era lógico que él no quería verme.
Al cuarto día, no asomó para nada aunque su madre lo necesite porque el bar estaba lleno.

Ni el quinto, ni el sexto, ni el séptimo. Al llegar el día octavo fui corriendo a medio día al bar.  
Matías estaba atendiendo. Me sorprendí al verle y él me miró con ojos de dulzura. Mis ojos demostraron felicidad al verlo.

El conocía perfectamente el lenguaje del silencio. Apareció después de ocho días y con su barba crecida. 

 

- ¡Hola! - Salude a Matías al verlo en la calle.

El no respondió mi saludo y siguió caminando fingiendo no conocerme.

- ¿Y a este qué le pasa? - me pregunté.
 



 



Entre al bar abrazado de Mónica, una amiga de estudios. Vi que a Matías casi se le salen los ojos.

Nos sentamos y nos pusimos a conversar amenamente. Matías no dejaba de observarnos.
Por los gestos que puso - ¡Este está celoso! - pensé.

Matías me observaba mientras que  su madre lo veía de reojo a él.
Tratando de disimular  yo también lo veía de reojo y  observaba la actitud  y de su madre.

Matías tomó un cigarrillo, lo encendió mirándome fijamente a los ojos.

- Este quiere que siga con el ritual - pensé.

Me acerqué a la barra. - Me das un cigarrillo por favor - le pedí.

Matías tomó la cajetilla, sacó un cigarrillo, me lo entrego y me paso la caja de fósforos.
Lo encendí, le devolví la caja y dije - Gracias.

El me quedo viendo sin responderme - Este está furioso -   Se le notaba solo viendo  sus ojos.

Seguí conversando con Mónica alegremente y terminé mi cigarrillo. Regresé a ver a la barra.
Matías había terminado el suyo.

Matías me observó y al estar seguro de que lo estaba viendo, tomó un cigarrillo en sus manos y lo encendió.
Exhalo el humo como provocándome y me quedo viendo fijamente a  los ojos. Entendí claramente su juego.

Me acerque a la barra, pedí otro cigarro, y observe el gesto de triunfo de Matías
pero también miré hacia los ojos de espanto que tenía  su madre.

- Francisco, ¿Qué te pasa?, apenas apagaste un cigarrillo y vuelves a encender otro.
- Estoy nervioso - le dije a Mónica.

Después de cinco minutos termine de fumar el cigarrillo y Matías había hecho lo mismo.

- ¿Satisfecho? - Le pregunte  con mi mirada.

Matías bajo su rostro, tomó otro cigarrillo y se lo llevó a la boca.

- ¡Este está loco! - Me dije al verlo
- Mónica… ¡Vámonos de este lugar! - le pedí.
- No seas malito, quedémonos un ratito más que estoy coqueteando con un buenote que esta en la mesa de allá -
y me señaló hacia donde su conquista estaba.

- Ya vengo...
- ¡No te vayas! - me imploró.
- Tan solo voy a comprar un tabaco.
- ¿Otrooo?
- Te dije que estoy nervioso...

Al rato ya estaba mareado, el humo del tabaco me parecía asqueroso, sentí que me ahogaba.
Quería que Matías se descuidara y apagar el tabaco o dejarlo simplemente a que se consumiera en el cenicero, pero no fue así.
El me regresaba a ver, fumaba su cigarrillo y esperaba a que hiciera lo mismo.

Al terminar de fumar el tercer cigarrillo. Matías puso un rostro que reflejaba triunfo y felicidad.
Ese momento ante los ojos de su madre los dos nos estábamos declarando.

Matías agachó su cabeza, tomó la cajetilla y sacó otro tabaco, se lo llevó a la boca.

- Mónica, ¡Vámonos de aquí!-  le pedí como si fuera una súplica.
- No, Francisco, estoy en el punto culminante...
- Mónica, ¡Por Dios! Vámonos de aquí.
- Espérate cinco minutos más y nos vamos - me dijo ella tratando de calmarme.
- ¡Este me quiere matar! - pensé al verlo.

Matías empezó a fumar su cigarrillo tranquilamente y retándome con sus ojos.

- Ya vuelvo...
- ¿A dónde vas? - me preguntó Mónica.
- A comprar un cigarrillo.
- Francisco, ¿Estas loco?
- No, estoy nervioso.

La madre de Matías puso cara de espanto. Matías no pensó que iba a cometer tal hazaña.

- Me das un tabaco...

Se repitió todo el ritual. Regresé a mi asiento y terminé casi ahogado.

Matías sonrió, sonreí a la vez.
- ¡Vamos! - dijo Mónica.  
- ¿Y tu levante?
- Se acaba de ir con otra chica.
Respondió ella decepcionada mientras en la radio Los Carpenters acababan de cantar "This mascarade".





- ¿Qué te pasa? - me preguntó Julio al verme en un café.
- Nada.
- ¡Mentiroso!, se te nota en la cara - Me reclamó.
- Ando medio loco por Matías, pero él es super raro.
El otra vez casi me ahogo por su culpa y hoy lo ví en la calle, le  salude y no responde.

- Es un idiota...
- Realmente no sé qué es lo que quiere. Cuando realmente  tenemos oportunidad de conversar, no habla.
- Igualito a Pablo...
- No, desde que se caso, él que dejo de hablar fui yo.
- Entonces es de aquellos que se creen regios y que sus padres no los educaron como a nosotros...
- ¿Qué quieres decir con eso?
- Mi querido Francisco. A nosotros nos enseñaron que uno es el que tiene que saludar primero, sino nadie le saluda.
Estos pobres tirados a ricos, se creen regias y no saludan a nadie...
- Es primera vez que me pasa eso...

Julio empezó a silbar y me dijo - Tiene el síndrome de las locas...

- ¿Queeeeé?
- El Síndrome de las locas...todas creen que tienen clase, todas creen que tienen dinero y todas creen que tienen glamour.
me dijo en tono afeminado burlándose de algo que yo no conocía.
- ¿Y ahora qué vas a hacer? - me preguntó evadiendo el tema.
- Tratar de olvidarlo.
- Eso no se puede...
- Todo se puede en esta vida -  le dije - Me voy de viaje a  Colombia por ocho días, y cuando vuelva no iré jamás por el  bar.
Se que después de dos semanas que no me vea, le dará   ataque, y...
- ¿Y?
- ¡Ojala!, así hable...
 


 

NO ES NECESARIO DECIR "TE AMO" SOLO EN CASOS DE PELIGRO

Eran las doce de la noche y Gulnara salió abrirme la puerta. Al verme preguntó asombrada.

- ¿Qué paso?
- Volví un día antes de lo planeado, no pude quedarme en Cali.
- Pasa... - me dijo con un tono suave.
- ¿Dónde está Esperanza?
- Se fue de vacaciones. Mi tía Rosa me vino a ayudar. - dijo ella.

Tomé mis maletas y caminé rápidamente delante de ella.

- Traje algunas cosas para la familia.
- ¡Espera!... las abriremos en tu cuarto - me dijo ella
- Es preferible en el suyo.
- Francisco, estoy cansada. Mejor vemos las cosas mañana.
- Compré unos juegos de toallas plenísimos, quiero que los vea.

Entre al cuarto de ella y vi que alguien estaba  en su cama cubriéndose con la colcha la cabeza, pero claramente se podía notar su mano.

- ¿Vino Patricia a hacerle compañía?
- Sí - respondió ella nerviosamente.
- Por lo visto Patricia tiene manos de hombre...
- Francisco, ¡Ten calma hijo mío! - me dijo abrazándome.
- No me importa el hecho de que usted este con un hombre, él es casado - le dije al ver el reloj que estaba en  aquella mano.

Inmediatamente arranché la colcha  y aquel hombre quedo al descubierto y se levantó rápidamente.

- Francisco, ¡Discúlpeme! - me dijo con su aliento alcohólico, pero pareció que en pocos segundos se le fue la borrachera.
- ¡Vístase y vallase! - le dije al ver aquel hombre que para mi era uno de mis mejores amigos y protectores.
- Hijo mío... ¡Tranquilízate! - me dijo Gulnara dándome un beso en la mejilla.
- Estoy tranquilo, pero ese hombre es casado - le reclamé.
- ¡Pero soy hombre! - Recalcó  con el típico tono machista
- ¡Vallase! - Ordené.
- ¡Francisco!, ¡Cálmate!, tú sabes que yo te amo - me dijo Gulnara.
- No hace falta que me diga "te amo " solo en casos de  emergencia.

 


A los  pocos días Gulnara vino a mi dormitorio y se paro firmemente en la puerta con pose de capataz.

- Por si no lo sabes… mi familia ya sabe lo que paso cuando llegaste de Colombia y tengo todo su apoyo.
- ¿Y eso que tiene qué ver?
- Te lo digo por si acaso... - me dijo con un tono amenazante.
- Ya me había olvidado del asunto.
 


Salí a comprar un cigarrillo y me encontré con el amante de Gulnara.

- Si usted piensa avisar  a mi esposa lo que pasó aquella noche, le juro que digo a todo el barrio que usted es un recogido.
- ¿Recogido? - le pregunté extrañado.
- Si, Gulnara me dijo que lo recogieron de la calle.
- Diga lo que quiera, total, no le tengo miedo a Gulnara, mientras que usted si le tiene miedo a su esposa- le dije riéndome y seguí caminando. 
 




 

POR DINERO, HASTA HAY SANTAS QUE VENDEN SU ALMA AL DIABLO

Un día por la mañana llamé a Julio por teléfono.

- Julio, ¡Amanecí pelado las piernas! - le dije asustado por teléfono.
- ¿Con quién te revolcaste? - me preguntó  riéndose.
- No te burles. Te estoy hablando en serio. No tengo ningún  bello en mis piernas.
- ¡Mujeeer!... ¿Te depilaste?
- No… ¡Animal! Me depilaron y sin darme cuenta.
- No te creo - me dijo en tono incrédulo.
- No estoy bromeando. Encontré debajo de mí cama un frasco tapado con una franela roja que tenía dentro mierda con aceite y sal.
- ¡Eso es brujería!
- Debajo del último cajón de mi clóset encontré un pequeño ataúd que contenía un mechón de mi pelo amarrado a un dedo de muerto con una cinta roja - le dije alterado.
- Te quieren matar - me dijo Julio.
- ¿Por qué?
- Entre brujas no se quieren... - me dijo riéndose.
- Julio, aunque no lo creas estoy asustado. - le dije sintiéndome inquieto.

- Francisco, tan solo confía en Dios, El es más poderoso que todas esas huevadas.
Pero realmente me sorprende que Gulnara sea así contigo. 
A ella se le ve tan buena...

- Gulnara es aparentemente buena, pero  por dinero ella puede vender su alma al diablo.
- Me da pena de ella...
- ¿Por qué?
- Es bruja principiante. No sabe que cuando hace daño a otra bruja como tú, toda su maldad se le revierte...
- ¡Deja de ser fastidioso!
- Nañita, yo siempre estaré contigo, besos y adiós. - me dijo riéndose.




A PALABRAS NECIAS, OÍDOS SORDOS


A medio día le enseñé a Gulnara el ataúd.

- ¿Qué es esto? - le pregunté.

Gulnara por un momento se quedo callada y en sus ojos se podía notar espanto, pero al poco tiempo todos sus gestos cambiaron.

- Encontraste el ataúd que me regalo mi suegra cuando me case con Alfredo.
   ¡Qué emoción!. Mira que lindo detalle el de la cruz en el medio...

Yo veía el detalle y me preguntaba - ¡Que irónico!...¿ un ataúd de regalo de bodas?

Abrí el pequeño ataúd y le enseñé lo que contenía dentro.
Ella otra vez se quedó por un instante en silencio, pero enseguida su ingenio apareció.

- Los huesos son de algún  muerto con los cuales Alfredo estudiaba  medicina.
- ¿El mechón?
- Es un mechón de pelo que corte a tu padre antes de morir.
- ¿Para qué?
- Como recuerdo
- Alfredo tenía el pelo negro y lacio, este mechón es mío.

Otra vez la ironía : Gulnara corta un mechón de pelo de su esposo antes de morir  y ¿para que lo ata a un hueso de dedos de un muerto y
lo guarda en un cofre en forma de ataúd?.

Gulnara se hizo la loca.

- Es de tu padre, con el tiempo a cambiado de color y de forma dijo nerviosa.
- ¿Dónde encontraste el ataúd?
- Debajo del último cajón del clóset.
- ¿Cómo llegó ahí? - preguntó extrañada.
- Pregúntele al muertito - le dije alzando mis hombros.
- No te burles de los muertos. ¿Acaso no les tienes miedo? - me preguntó desafiante.
- A los muertos no les temo. Uno tiene que cuidarse en este vida de los  vivos. Lo máximo que puede hacer el fantasma de un muerto es asustarnos pero los vivos realmente si hacen daño.  -  Le entregué su ataúd y me retiré.
 




- Gulnara, yo tengo una amiga que se llama Filo y sabe leer  muy bien las cartas.
Le dijo Inés Guayasamín, la hermana mayor de Alfredo.

- ¡Vamos a verla! - le dijo inmediatamente Gulnara.
- Quiero que vayas conmigo - me pidió.
- ¿Para qué?  No creo en esas cosas - le dije.
- Por eso mismo, para que creas.

 

MAS SABE EL DIABLO POR VIEJO QUE POR DIABLO


- ¡Ese no es su hijo! - le dijo doña Filo a Gulnara, luego de que Inés nos presentara.

Gulnara y Inés se quedaron viendo asombradas por la veracidad de doña Filo.

- No hace falta ser bruja para darse cuenta que Gulnara y yo no nos parecemos en nada - pensé.

Luego Gulnara siguió las instrucciones de doña Filo. Barajo el tarot y con la mano derecha armó tres grupos.
Uno representaba a su pasado, otro a su presente y otro a su futuro.

Doña Filo fue dando vuelta a las cartas y ubicándolas sobre la mesa.

- ¿Te leo delante de ellos? - le preguntó a Gulnara.
- Sí, por mí no hay problema - Contestó ella.

Doña Filo empezó a leer las cartas a Gulnara y era como si esta señora la hubiese conocido desde antes.
Le describía muchas cosas sobre su pasado y sobre su carácter.

- Tú tienes un amante - le dijo al ver las cartas que representaban su presente - Y te encanta acostarte con él.

Gulnara no se inmuto. Inés  me regresó a ver con cara de picardía y me reí con ella.
Por fin había descubierto que su santa cuñada no era tan noble como parecía.
Lo único que  le falto decir a doña Filo en las cartas era que el amante de Gulnara era un chofer.
Mi risa empezó a ser más picara tan solo de imaginarme qué pasaría si mi tía se enterase.

Luego de leer las cartas a Gulnara, doña Filo se dirigió hacia mí.

- Ahora leámosle las cartas al incrédulo...
- ¡Hazte leer las cartas! - insinuó Gulnara.
- Bueno - respondí
- ¿Te las leo delante de ellas? - preguntó doña Filo.
- Yo me hice leer delante de ti, ahora te toca a ti - interrumpió Gulnara.
- Bueno - dije otra vez.

Al leerme las cartas, sentí que esa señora estaba sacándome una radiografía de todo mi pasado.
Era tan certera que mis manos se pusieron a sudar. - Vives en una jaula de oro - me dijo.
Pero cuando llego al presente, tuve que inmediatamente poner mis manos sobre las cartas.

- ¡Deténgase! - ordené.

Regresé a ver a Gulnara, ella tenía un gesto de triunfo.  Inés se puso sumamente seria y noté severidad en su rostro.

- ¡Ya fue tarde! - me dije derrotado.

Gulnara estaba buscando un arma con la cual atacarme. Doña Filo le dio la bala con la cual podía destruirme.
Sude frió y mis piernas temblaron por un momento.

- Le voy a recomendar a varias de mis amigas - le dijo Gulnara a doña Filo y le pago más de lo que debía.
Gulnara salió muy contenta, mientras que yo salí sin habla de aquel sitio.


¡TRÁGAME TIERRA!

Eran las once de la noche, estaba observando tranquilamente televisión cuando de pronto sentí que la puerta
se abrió bruscamente y golpeó contra la pared. Gulnara entró furiosa, con su cara roja de las iras y sus ojos vidriosos.

- ¡Solo eso me faltaba que mi hijo sea homosexual! - gritó furiosamente.

- ¡Trágame tierra! - fue lo único que pensé y me quede helado.

- Acabo de hablar por teléfono con la madre de tu amante - me dijo con iras en su rostro.
- ¿Amante...? - le pregunté extrañado.
- Sí, amante - Afirmó ella.
- Yo no tengo ningún amante - Aseveré enojado.
- Pues, tú amante está ahorita  borracho y acaba de declarar  todo.
- Declarar... ¿Qué?
- Que los dos se comunican con las miradas, y que luego se ven en sitios donde su madre no los pueda ver.
   Su madre se ha dado cuenta de todo.

- ¿Matías? - pregunté asombrado.
- Sí, Matías - Repitió.

En ese instante me reí.

- Además de homosexual... ¡Cínico! - me recalcó.
- ¡No lo puedo creer!  Matías no bebe y tampoco es mi amante.
- Pero los dos tienen relaciones...
- Igual  que tenemos entre usted y yo, tan solo son comerciales.
- ¡No te puedo creer!  Antes ya supe lo tuyo con Pablo.
   Pensé que era pasajero y que te ibas a curar, además en ese tiempo no tenía una prueba fehaciente de tu homosexualidad,
   pero ahora la tengo.

- Nunca fuimos nada con Pablo - le dije.
- ¡Mientes! - Me gritó.

Suspire casi derrotado y no le respondí.

- La madre de tú amante dice que como tú eres un tipo de plata,  tú le pervertiste a él,
   pero ella dice que pagara todo el dinero del mundo para que los dos se curen.

- ¿Curarme de qué?
- De tu enfermedad - me dijo enfáticamente.
- Que se cure él.   
- Los dos son los enfermos - Gritó enfurecida.
- A veces creo que la enferma es usted.
- No me respondas. ..¡Carajo! - gritó y me lanzó un chirlazo en la cara. - Yo siquiera lo hago con hombres - me dijo presumiendo.

Casi le digo - Yo también -   pero preferí morderme la lengua porque era seguro que me lanzaría otra cachetada.

- Por cada lágrima que me ha hecho derramar, usted  derramará mil - le dije amenazándola con mi mirada y mi mano.

- Las maldiciones de los homosexuales no surgen efecto - me dijo con un  gesto de seguridad y  de orgullo.

- ¡Maldita adultera! - Le grité lleno de iras. Ella me lanzó otro chirlazo y enseguida quiso tomar mi televisión y lanzarla por lo suelos.

- ¡Ni se le ocurra!  - le dije deteniéndola con mi mano.
- Si usted rompe algo que es mío, enseguida llamó a la  policía, digo que soy adoptado y que he sufrido maltrato físico y psicológico
   y pido que me devuelvan donde las  madres.

- Llama..., ¡Corre y llama! - Me reto. - Tomaré un cuchillo, me rajo la cara y les diré que tú me quisiste matar.
Además, te hago acuerdo de que ser homosexual es un delito en este país.

Ese rato me desarme y sentí que dos lágrimas salieron de mis ojos que estaban llenos de iras.

- Por cada lágrima que he derramado, usted derramará mil - le repetí.
- Tus maldiciones, conmigo no funcionan. Yo tengo a Dios.
- El Dios dinero.
- ¡Y con el puedo destruirte! - dijo con gesto triunfante y amenazante a la vez.

Ella respiró profundo, trató de contener sus iras y dijo:

- Francisco, tienes que ir donde el psicólogo.
- Ni loco...
- ¿Por que? - preguntó amistosamente.
- Les conozco.
- Yo pago los gastos. Incluso si no resulta lo del  psicólogo yo pagaré la operación. -Dijo ella en tono conciliador.
- ¿Cómooo?
- Si, la operación. Haría cualquier cosa por verte feliz.
- ¿Desde cuando usted se preocupa por que yo sea feliz?
-  ¡Eres cruel!  Ya entiendo el porqué tu amante quiere separarse de ti.
- ¿Qué Matías quiere separarse de mí?...
- Sí. El ha dicho ha su madre que quiere separarse de ti. Quiere ser normal y volver con su novia.

Al oír aquello me reí.

- La única amiga que tiene Matías es lesbiana - pensé.
- Francisco, vayan los dos al  psicólogo. Nosotros pagaremos los gastos - me dijo Gulnara tratando de convencerme.
- No conozco a Matías, pero pagaré los gastos. El que debe ir al psicólogo es él.
- Eso cuesta mucho dinero - me dijo preocupada.
- Lo pagaré.
- Yo sé que lo harás, porque iras a trabajar con tu culo en la Colón - me vio con desprecio y se retiró.
- ¡Infeliz! - fue lo único que pude decir al verla.

Al cerrar la puerta lo único que quise es que la Tierra se abriera, me tragara y  yo desaparecer del planeta.

 


 

Al siguiente día fui al bar. La madre de Matías al verme se puso inmediatamente a la defensiva.  Igual fue la actitud de  su hijo.

- Me das un jugo de naranja - le pedí a Matías seriamente.

El fue a la máquina de jugos, llenó el vaso. Lo colocó en la barra, tomó un sorbete y trató de meterlo en el vaso.
Mano y sorbete temblaron juntos. Matías de los nervios no pudo introducir el sorbete en el vaso.

Matías respiró profundo. No me regresó a ver. Tan solo veía el vaso. Su madre no apartaba su mirada sobre nosotros.
Matías hizo el segundo intento, pero no pudo. El sorbete se cayó de su mano.
Inmediatamente su madre tomó un sorbete y lo puso dentro del vaso.
Matías tomó el vaso, me lo entrego mirándome con ojos de tristeza.

- ¿Por qué me hiciste esto? - fue lo único que puede decirle con mis ojos.
El agachó su mirada y se retiro hacia la cocina y me quede por un momento escuchando en la radio cantar a Chris Isaac, Wicked game.

 


 

AQUEL QUE PRESUME TENER CLASE, SIEMPRE CAE EN  RIDÍCULO

Una noche en la sala de la casa recibíamos una invitación para la boda de Patricia,
hija de Alejandra, por lo tanto sobrina de Gulnara.

- Nos complace en invitarlos a la boda de nuestra hija con un teniente de la Fuerza Aérea.
Dijo muy orgulloso Iván Jácome, su padre.

- Este idiota no sabe que ya me entere que es un miembro de  la tropa - me dije a mí mismo.

- Eres muy amable - le dijo Gulnara.

- Será una ceremonia con clase. Tan solo he invitado a muy  buenos amigos míos.
   Como ustedes saben yo me llevo con lo  mejor de Quito.

- ¡Qué aburrimiento!, ya invitó a sus amigos argentinos - pensé.

- Estaremos allí. Muchas gracias. - le dije.

La recepción fue en El Rincón La Ronda.
Iván ordenó poner música clásica, porque según él en las ceremonias con clase, la gente no baila, tan solo conversa.

- Francisco… ¡Qué fiesta tan aburrida! - reclamó Carlos. Un amigo de la Universidad que era amigo del novio a la vez. 
- Esto no es una fiesta. Iván confunde una boda con cóctel - le dije decepcionado.
- Lo que pasa es que tú solo estas enseñado  a las fiestitas del Quito Tenis.
- Tienes razón,  porque allí se baila...

Iván apareció por nuestra mesa.

- Para que veas el buen gusto tengo, he ordenado poner  Mozart.- dijo orgulloso.
- Son las cuatro estaciones de Vivaldi - le dije serenamente, pero él con sus ojos casi me mata.
- ¡Brindemos con whisky por la felicidad de mi hija!  Tu prima querida - me dijo alzando su vaso

- Brindemos con ron por la felicidad de Patricia que se ha casado con un miembro de la tropa - le dije levantando  mi vaso.

Vi como Iván bebió su whisky de un solo sorbo como si estuviese desesperado por desaparecer.
- Ya te envió con el mesero un buen whisky - me dijo y se fue.

- Francisco, eres un maldito... - me dijo Carlos casi  sonriendo.
- ¿Por qué? - le pregunté fingiendo ser ingenuo.
- Hiciste quedar mal al pobre.
- El me invitó a una fiesta de clase y mira que es la fiesta más aburrida a la que he asistido.
  Te juro que las fiestas de pueblo son más divertidas que esta.

- Con banda de pueblo, chicha, una buena presa de pollo, cuy y todos borrachos...
- Y bien contentos…
- ¿Sabías que Iván prohibió al novio a traer a sus amigos?
-  ¿Por qué?
-   Justamente no quería que la tropa invada este recinto...
-   ¡Eres un malvado! - me dijo riéndose 
-   Y para colmo todas las mujeres de la familia del novio vinieron con  pantalón...
-   No les jodas.... son pobres...
-   ¡Animal!, eso es la última moda en las recepciones de clase....
-   Según tú o Iván...
-   Creo que según él, porqué a mí la moda me vale un comino.

- Francisco ¿Por qué no estas en las mesas con tu familia? - me preguntó Carlos intrigado.
- Ellos no son mi familia - le dije renegado.
- ¿Por qué?
- Ya no siento que sean mi familia. Gulnara me acusa de que tengo un amante.

- No hay problema en que tengas una amante.
- No es una amante, "es un amante".- le aclaré
- ¡No te puedo creer!

- Alejandra se acercó a la mesa y alzando su vaso me dijo:
- ¡Salud!, Francisco, brindemos por la felicidad de tu prima.
- ¡Salud!
- ¿Chocamos? - me propuso ella, enseñándome su vaso.
- Tengo entendido que tan solo se choca con copas de champagne.
- ¡Deja de ser adefesioso! - me reclamó.
- Tu esposo me invitó a una ceremonia con clase y estoy  fingiendo que estoy la misma.
- A los que presumen tener clase, les encanta hacer el ridículo. Iván es uno de ellos...
- Y para colmo no vino ninguno de sus amigos argentinos.
- ¡Gracias a Dios! - dijo Alejandra aliviada.
- ¿Por qué no estas junto a tu madre?
- Prefiero estar solo - le dije.

- Francisco... ¡Entiéndela!  Ella se está poniéndose vieja y tú fuiste su esperanza.
Ella construyó la casa para ti, para que tú vivas con tu esposa  y le des nietos.

Ella bebió su whisky y continuó:
-  Pero mira, ahora todas sus ilusiones se fueron por los suelos. Tú tienes un amante...

- ¡Yo no tengo amante! - grité golpeando mis puños sobre la mesa.

Noté como todos los invitados me regresaron a ver  y a Carlos se quedó helado.

- ¡Tranquilízate! - me dijo tomándome del brazo.

Alejandra se retiró asustada  y al poco tiempo vino Gladys,  la esposa de Gustavo, el hermano menor de Gulnara.

- Me importa que tengas o no un amante.
  Pero desde ahora en  adelante vas a andar con la cabeza en alto y no vas a darles gusto a
 que ninguno de la familia de tu madre te vean  derrotado. 
 ¿Entiendes?  No les des ese gusto.
  Ellos toda la vida te han envidiado mientras que hipócritamente han fingido afecto por ti.- Me dijo secando mis lágrimas con un pañuelo y se fue.

- Carlos, este whisky barato ya me hizo efecto - le dije.
- Es mejor que no bebas más - me aconsejó.

Vi que un nuevo invitado estaba saludando con los novios. En aquel instante sentí que se me fue la borrachera.
El se acercó hacia mí.

- ¿Es verdad lo que dicen por allí? - me preguntó.
- No tengo  un amante.
- ¿Y qué somos tú y yo? - me preguntó.
- Dos amigos que de vez en cuando se reúnen para tener sexo.
- ¿Acaso eso no es ser amantes?
- Cuando te cases, y los dos sigamos teniendo este tipo de  relación, los dos seremos amantes, mientras tanto no.
- ¿Y piensas seguir teniendo este tipo de relación después de que me case?
- ¡Olvídate!  Tú te casas por apartarte de tus instintos homosexuales. Yo ya no quiero ser homosexual.
   Esto tan solo me ha traído problemas.
- ¿Ha sospechado tu madre que hay algo entre los dos?
- No, ella vive en una total confusión, cree que los  homosexuales para ser felices tenemos que operarnos y cambiarnos de sexo...

Ese momento Raúl se rió.

- Además no se sospecha que un tipo guapo como vos, además mujeriego, coqueto y sobre todo que se va a casar, sea gay.
- Te falto decir que soy  hijo de su mejor amiga.
- Ja, ja, ja - Nos reímos los dos juntos.

Raúl se fue a coquetear con una invitada, mientras que me retiré a casa, para evitar seguir en la fiesta más aburrida de mi vida. 
Pero sobre todo "con clase".

 

 

 

LOS MARICONES NO SE CASAN,  LOS QUE LO OCULTAN SI.

En un almuerzo familiar Iván en gesto de venganza me preguntó:

- Francisco ¿Por qué no te casas?
- Porque no me da la gana - respondí.
- ¡Qué grosero! - exclamó su hija.
- Los maricones no se casan - dijo él en tono burlesco.
- Entonces, si sabes la respuesta, ¿Para qué preguntas?

Iván se quedó en silencio pero su hija hablo inmediatamente.

- Ya entendemos porque no aguantaste en el Ejército. Ese lugar es tan solo para hombres.
- Allí se hacen hombres - dijo Alejandra.
- ¡Ilusos! - les dije.
- Insinúas que los militares somos maricones - reclamó el  esposo de Patricia en pose absolutamente machista.
- Sí, hay militares que son gays.
- ¡Eso es una falsedad!, allí todos somos bien machos. - dijo el esposo de Patricia en tono de altivez y prepotencia.
- Existen homosexuales en el ejército y justo son los que piensan. - le dije.

El se quedó mirándome en silencio sin saber que responder. Al ver su actitud  pensé - Este no entendió nada.

- Los negocios yendo mal - dijo Gulnara amargada - Ustedes saben que somos una familia católica y de valores.
Sobre todo creyentes, pero debido a que hay un homosexual en casa, estoy sintiendo el castigo de Dios en mis negocios.

Aquel instante me estaba llevando un bocado de pan a la boca.
Sentí que ese fue el bocado más amargo que había probado en mi vida.

- Doy gracias a Dios que mi hijo Matías, no sea como Francisco - dijo Rosa tratando de compararme.

Ese momento me atoré con el pan. Mientras Rosa continuó:
- Matías es tan guapo que siempre las mujeres le siguieron  y Gracias a Dios mi nieto...

- Que también se llama Matías - interrumpí.
- Ya tiene novia - dijo Rosa mientras que empecé a reírme y no podía parar.
Mi amargura cambió totalmente por una risa incontrolable.

- Francisco… ¡Por Dios! ¡Compórtate! - me ordenó Gulnara y lancé una carcajada.
- ¡Ya no creo en castigos divinos! - dije riéndome.
- ¡Cállate hijo de la gran puta! - me dijo Rosa llena de iras.

Al ver su rostro otra vez lancé una carcajada y nadie sabía el porqué.

- ¿Acaso a ti Dios también no te ha castigado? - le pregunté y volví a lanzar una carcajada.

Parecía una venganza de la vida. Una noche en una fiesta, el hijo de Rosa vino a dormir en mi cama.
Se desnudo y puso su nalga rozando mi miembro. A la final terminé penetrándolo.

El nieto de Rosa solía venir cada mes para que le regale mi ropa ya que Matías padre y Matías hijo eran de condición social baja.
El siempre me traía revistas pornográficas. Se desnudaba. Mordía con su boca la almohada mientras que yo lo penetraba y se meneaba maravillosamente.

- No sabes que tu madre es una puta y tu padre es un ladrón - me dijo Rosa con gesto hiriente.
- Pues gracias a este hijueputa, tu nieto puede vestirse - le dije.

- Permiso... ¡Buen provecho! - me levanté y me retiré de la mesa mientras todos se quedaron en silencio.

Al llegar a mi cuarto me reí - Dios no castiga  a los homosexuales, sino a los . . . 

 



 

SIEMPRE PÍDELE A DIOS FUERZAS Y PASE LO QUE PASE, DALE SIEMPRE GRACIAS


- Joven Francisco, por favor, no vaya donde el psicólogo - me dijo Esperanza.
- No voy a ir. ¿Por qué?
- Ellas lo quieren volver loco - me dijo asustada y continuó.
- Su madre con su hermana entran a su cuarto y lo revisan todo.
  Les escuché conversando y quieren que usted vaya al  psicólogo para que él emita un informe de que usted está  loco,
  de esa manera cuando usted se entere de lo que su  madre ha hecho, usted no podrá reclamar.

- Reclamar ¿qué?
- No sé joven, pero realmente tienen miedo. Incluso les escuché decir que el plan de que usted vaya al ejército les salió mal.
  Si usted siguiera en el ejército, no se hubiera enterado.
- Enterarme ¿de qué? - surgió otra vez la pregunta.
- No sé, Joven,  pero no vaya donde el psicólogo.
- ¡Estate tranquila! No iré.

Esperanza suspiro.

- Siempre creí que la vida de los que tienen plata era un cielo, pero viendo como es la de ustedes me doy cuenta que es un infierno.
   No cambiaría por nada del mundo mi vida por  la suya. Nosotros somos pobres, pero nos amamos.-

Al oír aquello, me senté y se me fueron las lágrimas.

- No lloré joven, no llore - me decía Esperanza tratando de consolarme.
- Me siento indefenso - le dije.
- Tan solo pídale a Dios fuerzas y pase lo que pase, siempre déle las gracias.
   No hay mal que por bien no venga - me dijo ella poniendo sus manos sobre mis hombros.
- Te lo agradezco.

 

LA ADOPCIÓN COMO UNA OBRA DE CARIDAD

Era un veintitrés de diciembre de 1987. Estaba bajando las gradas, cuando Gulnara me interrumpió.

- ¡Necesito hablar contigo! - me dijo.
- Hable.
- Francisco, tienes que estar consciente de que eres hijo adoptivo y que nada de lo que esta aquí es tuyo.
- Lo estoy.
- De acuerdo a las leyes ecuatorianas, tan solo era mi obligación el tenerte conmigo hasta los dieciocho años.
  Pues te has excedido cinco.
- Varias veces me he querido ir y no me ha dejado - le  reclamé.
- Tómalo como una obra de caridad.- me recalcó.
- Gracias.
- Pues ha llegado el momento de que tienes que irte.
   Yo te puedo dar todo lo que tu quieras incluso había pensado darte un auto, pero es preferible que te vayas, a menos que...
- ¿A menos qué?...
- Qué dejes de ser homosexual y vayas donde el psicólogo.
- ¡Me voy de casa! - Respondí.

Al día siguiente estuve viviendo en una casa de estudiantes.

LA FAMILIA PERFECTA.

- Francisco, tienes que venir a casa - me dijo Gulnara por teléfono.
- ¿Qué paso?
- El hermano de Alfredo acaba de fallecer. Tu tía Inés  nos pasará  viendo por casa para luego ir al funeral.

Fui a casa y noté a Gulnara  sumamente nerviosa.

- Tú no dirás que estás viviendo fuera - ordenó.
- ¿Y si aviso? - le reté.
- Simplemente diré a la familia de tu padre que eres homosexual.
- Usted gana. Haré un buen teatro.- le dije resignado.

 

En el funeral la conversación se centraba en alabanzas y admiración a Gulnara. De mala gana me mantuve en silencio todo el tiempo.

- ¡Le admiro mucho Gulnara! - le dijo Inés.
- ¿Por qué no se volvió a casar?
Le preguntó a Gulnara, Madre Rosalía Guayasamín, hermana de Alfredo y religiosa franciscana.

- Porque amo tanto a Francisco, que no soportaría que otro hombre suplante ese amor.
   He tenido buenas propuestas  matrimoniales, pero no estoy segura de que esos hombres  lleguen a amar a Francisco  tanto como yo.

- Francisco, tienes que agradecer a Dios, tener una madre tan buena - me dijo Inés.
- ¡Soy ateo! - Contesté.
- La educación católica que le di a Francisco no sirvió de nada - dijo mi simulacro de ejemplar amantísima  madre.

 

MAS RÁPIDO CAE EL MENTIROSO QUE EL LADRÓN

DESPUÉS DE CUATRO MESES
              
Recibí otra llamada de Gulnara.

- Francisco, tu tía Inés nos ha invitado a que vayamos al club con sus hijos. Ellos pasaran mañana a las ocho a recogernos, ven temprano.-

Al siguiente día fingimos con Gulnara ser la madre e hijos perfectos, aunque por dentro quería que Inés se entere.
Ya no quería seguir en la casa de estudiantes. Inés  me podía ayudar.

Al volver a Quito y pasar cerca de la casa de estudiantes donde vivía ordené.

- ¡Paren por favor! Aquí me quedo - le dije a mi primo.
- ¿A dónde vas?  - preguntó Inés mientras que vi que el rostro de Gulnara se estaba poniendo rojo.
- A casa - respondí.
- Si allá mismo vamos - me dijo Inés.
- Yo ya no vivo con Gulnara - afirmé.

Gulnara se mordió los labios y me regreso a ver con gesto amenazante.
Con mis ojos le dije que si ella decía que soy homosexual, yo diría que es amante de un chofer y además casado.

- Gulnara, ¿Por qué me dijo que usted vivía con Francisco y que pagaba sus estudios?
- ¡Grandísima mentirosa! - pensé y me mordí la lengua para no hacerla quedar mal.
- ¡Francisco tiene un carácter terrible! - dijo Gulnara en papel de víctima y continuó: 
- Es necesario que Francisco experimente lo que es la pobreza, porque él no tiene noción de lo que es el valor del dinero.
   Eso me aconsejó la  psicóloga  de la Academia.

Inés inmediatamente me regresó a ver y me ordenó:

- Te espero esta noche en casa de mi madre, tenemos reunión familiar.
- Estaré allí - le dije y regresé a ver a Gulnara con gesto triunfante en mi rostro
- ¡Hasta Luego! - les dije a todos.
- Adiós - respondió Gulnara.
- ¡Hasta luego! - respondió el resto. 
 



 

TARDE O TEMPRANO, TODO SE LLEGA A SABER.

- Necesito que me des tu versión - pidió Inés delante de la familia de Alfredo.

- Gulnara me dijo que yo era hijo adoptivo y que tenía que  salir de casa porque su obra de caridad conmigo se había excedido en el plazo.

- ¡Gulnara es una desgraciada! - gritó con iras Inés.
- ¡Es una puta! - dijo Mariana, sobrina de Alfredo.
- ¡Es una ladrona! - dijo Camila, la madre de Alfredo.


- Francisco, ¿Cómo puedes estar viviendo fuera, si esa casa te  pertenece? - me preguntó Inés.
- Gulnara me dijo que nada era mío.
- Francisco, mi hermano al morir te dejo la mitad de la herencia a ti, además Gulnara tomó en tu nombre la herencia que
te  pertenecía por parte de mi padre.

Ese rato me quede pensativo. Trataba de captarlo, pero no lo podía entender.

- Francisco, tienes que averiguar a nombre de quien esta la casa - me pidió Inés.
- ¡Tú te vienes a vivir en esta casa! Tengo miedo que Gulnara o su familia te hagan algo - ordenó Camila.

 



 

EN LA NOTARIA

- Señor ¿Qué le pasa? - me preguntó la secretaria de la notaria al ver que mis manos temblaban al ver la última página de una escritura pública.

- Es la firma - le dije.
- ¿Qué pasa con la firma? - me preguntó el archivador que también se preocupó al ver mi estado.
- Es falsificada...

En aquella escritura constaba que cuando a la edad de dieciocho años había cedido toda mi herencia a Gulnara, y mi firma estaba falsificada.

-         Al final… el que le  hizo una obra de caridad fui yo.

EL CRIMEN PERFECTO

- ¡Su madre es muy inteligente! - me dijo el abogado que analizó  mi caso.

- ¿Por qué?

- Planeó el crimen perfecto. Después de cinco años, toda acción legal contra falsificación de firmas prescribe. 
Además usted no es adoptivo, usted fue reconocido como hijo  propio y según las leyes ecuatorianas usted
no puede ejercer ninguna acción legal en contra de su madre.

Ese momento sentí que la sangre se me heló.
 
- Si ve a esa mujer, felicítela de mi parte, Es sumamente inteligente - me dijo el abogado

En Resumen, yo mismo pague mis estudios en la Academia Militar Ecuador,
mientras que aguante todas las humillaciones de Gulnara, aduciendo que hacia un gran sacrificio por tenerme en aquel colegio
y además salve la vida de ella.

Cuando Alfredo Guayasamín murió, la casa estaba hipotecada a un prestamista ilegal “chulquero”.
Con el dinero de mi herencia por parte de mi abuelo, Gulnara pago la casa.
Esa era la principal razón por la cual ella me reconoció como hijo propio con Alfredo Guayasamín,
faltando dos meses antes de que el falleciera.

Aparte no deseaba que yo volviera donde las monjas, porque espero a que yo cumpliera 18 años,
para de esa manera poder quedarse ya con toda la herencia.

En pocas palabras, si yo no hubiera sido reconocido como hijo propio de Alfredo Guayasamin, al morir él,
yo hubiera regresado donde las monjas…mientras que Gulnara Oliva se quedaba en la calle.

 

ADIVINANDO EL PENSAMIENTO DE DIOS

- Hola, soy Tim y trabajo para H.C.J.B. Un familiar tuyo me  pidió que te ayudara.
Sé que eres homosexual y me gustaría  conversar contigo para que sepas cual es el plan de Dios  para tu vida.
Me dijo un gringo que me llamó por teléfono.

- ¿Eres sicólogo?
- No, trabajo como voluntario ayudando a gente como tu a que se cure y sigan los planes de Dios. ¿Quieres que te ayude?
- Sí, pero si no avisas a nadie.
- Lo que hablemos entre tú y yo es confidencial - me dijo.

Al siguiente día asistí al encuentro.

- ¿Cómo crees que empezó tu homosexualidad? - me preguntó.
- Cuando me sacaron del convento, me dejaron con un hombre joven que me cuidaba.
El tuvo juegos sexuales conmigo.
- ¿Te violo?
- No
- ¿Cuándo te diste cuenta que eras homosexual.
- Cuando me enamore de Pablo. El fue para mí muy especial.
- ¿Por qué?
- Nos hablábamos con la mirada. Creo que fue telepatía. No necesitamos de palabras.
Incluso estando lejos, los dos estábamos unidos, y eso pasa hasta ahora.

- ¿Tuviste sexo con Pablo?
- No.
- No lo puedo entender. ¿Cómo puedes estar unido a una persona con la cuál no has tenido sexo?
- Lo único que puede unir a dos hombres es el amor, tú no lo entiendes. - le repliqué.
- ¿Pero tuviste fantasías con él?
- No, Pablo emanaba una energía tan buena que para mí. El era mágico tan solo el verlo.
  Con una relación sexual, creo que esa magia acabaría.

- ¿Se dijeron alguna vez que se aman?
- No hacia falta, tan solo con vernos a los ojos sabíamos que nos amábamos.
- ¿Te sigues viendo con él?
- No, pero sé que ya va por su tercer divorcio.
- ¿Tercer divorcio? - preguntó Tim admirado.
- Si, es su tercero. Ya dio gusto a su padre casándose, no perderá su herencia,  y ahora ya no le molestaran más.
- Si lo amaste tanto, ¿Por qué no están juntos?
- Los dos no necesitamos estar juntos físicamente, estamos unidos a pesar de la distancia.

Tim empezó a indagar sobre mi vida sexual, sobre mis aventuras, mis defectos. A la final de la sesión me dijo:

- Francisco, Dios quiere que tu seas un hombre integro.
El quiere que dejes de ser homosexual, que dejes de ser enfermo, que tengas una vida normal, te cases y tengas hijos.

- ¡Qué aburrimiento! - pensé.



Las siguientes sesiones fueron de estudios de versículos de la Biblia en que se declaraba a la homosexualidad pecaminosa.
Tim con su  sutil propaganda anticatólica y con un buen manejo de ciertos versículos de la Biblia acabo haciéndome sentir
que era basurita ante los ojos de aquel Dios que él profesaba.

Al final de cada sesión terminaba aceptando que estaba enfermo y que necesitaba curación.
Pero al salir de cada sesión, caminar por la calle y ver a algún hombre que era atractivo para mí,  me decía: 
- No me he curado todavía. - y  cuestionaba al Creador que todo lo hizo bien.
- ¿Dios por qué tiene que ser enfermedad admirar a un hombre?

Llegó la sesión número catorce.  Tim abrió la Biblia y me enseñó 1 de Corintios 6,12.
En la que decía que un hombre puede pasar a ser una sola carne incluso cuando tiene relaciones con una prostituta
y que el que tiene relaciones sexuales prohibidas peca contra su propio cuerpo. Tim me dijo:

- Cada vez que uno tiene relaciones sexuales con alguien, se vuelve una sola carne con aquella persona y queda atado a ella o a él.
- No he tenido relaciones sexuales con Pablo y estoy unido a él. - le dije.
- Esas son ataduras emocionales, tú estás atado emocionalmente a Pablo y estas atado sexualmente al resto de personas con las
cuales tuviste sexo. Tan solo Dios puede desatarte de aquellas uniones, porque Satanás fue quien les unió.
- No entiendo como un hombre puede quedar atado a otro hombre tan solo por una relación sexual? - le dije confuso.
- Yo tampoco entiendo, pero así dice en la palabra de Dios y debemos proceder a desatarte.

Tim tomó un crucifijo de madera de unos cincuenta centímetros aproximadamente con un Cristo clavado en la cruz.

- Francisco, vamos a desatarte de todas las uniones con quien tú has estado.
- ¿A qué tipo de uniones te refieres?
- A todas. Tienes que decirme todas tus relaciones con hombres, porque estás unido a todos ellos - me dijo como si  fuese una orden.

Me empecé a  asustar tan solo de pensar que por el hecho de haber tenido relaciones sexuales con un hombre ya estaban unido a él.

- No entiendo nada, pero si así Dios lo quiere, continuemos  con la ceremonia - le dije casi resignado.

- Francisco, tú vas a decirme el nombre de la persona con quien  estuviste, donde y qué paso.
Luego vas a entregar a esa  persona y aquel hecho al Señor Jesucristo y vas a pedir que  él te desate.
Al momento que entregues ese recuerdo y a la  persona a Jesús, has el gesto con las manos de que tú le  entregas todo al crucificado.

Tim puso delante de mí el crucifijo y empezó a orar pidiendo ayuda  a Dios para que me desate de todas las relaciones sean emocionales,
afectivas y sexuales que había tenido con personas de mi propio sexo.

Al finalizar de decir las personas con las que había estado y realizar el acto simbólico de entregar ese hecho al crucificado Tim me pidió:
- Entrega tu atracción por Matías y pide a Dios que te desate de él.

- Dios, te entrego a Matías y desata la atracción que siento por él.
- Llevé mis manos abiertas con las palmas hacia arriba en gesto de que entregaba ese hecho al crucificado.

- Entrega tu amor por Pablo y pídele que te desate de él.

Al oír aquella petición me quede en silencio e inmóvil. Me sentí impotente, no deseaba hacer eso ni podía hacerlo.
Sentí que si me desataba de Pablo, perdía algo de mí, se iba algo de mi vida.

- ¿Qué pasa? preguntó Tim al ver que no reaccionaba.
- No puedo, Tim, no puedo...

Me sentí débil ante el crucifijo. Sentí que era demasiado lo que me pedía aquel Jesús crucificado.

- Francisco, entrega a Pablo a Jesús y pide que te desate de esa unión - insistió Tim.

-¡Dios!, no puedo  - le dije mientras sentí que la debilidad en mi cuerpo fue creciendo.
Mis manos se quedaron inmóviles y totalmente cerradas.
Por más que traté de abrirlas para hacer el gesto que hice antes con las otras relaciones, con esta ni siquiera pude abrirlas.

Tim puso su mano sobre mi cabeza y empezó a orar.

- Señor dale fuerzas a Francisco para que se desate de Pablo.
- No puedo, no me pidas eso - le dije casi derrotado.
- Abre tus manos y entrega ese amor a Dios - me pidió.
- ¿Por qué amar a un hombre tiene que ser pecado? - le pregunté casi llorando.
- Abre tus manos y desátate de Pablo - ordenó Tim.

Hice un gesto tratando de elevar mis manos hacia el crucifijo, pero tenía los puños fuertemente cerrados.
Sentí que estaba traicionando a Pablo. Quise decir las palabras que Tim me había enseñado, pero mi boca no se abrió.
Empecé a llorar de la impotencia. Sentí que si me desataba de Pablo moriría al instante.
Prefería perder la promesa de vida eterna que me daba la religión de Tim a perder a Pablo.

- ¡Desátate de Pablo! - Ordenó Tim.

Mi cuerpo me venció y me fui hacia delante cayendo de rodillas y mi cabeza llegó hasta el suelo.
Tim oraba en voz alta diciendo muchas palabras a Dios para que me desate, pero por mas que el hubiese orado sus mejores oraciones,
yo no podía hacer lo que él me pedía.

- ¡ Dios! - grité.- No me pidas esto. - le dije y lloré por unos minutos.
- ¿Por qué amar a un hombre es pecado? - pregunté de nuevo a Tim y al mismo Dios. No tuve respuesta.

Me levanté y sequé las lágrimas de mis ojos, me di fuerzas y le dije a Tim. - Esto no funciona, soy homosexual y no voy a cambiar.
Voy a tratar de llevar una vida más tranquila, controlar mis deseos sexuales, pero mi amor por Pablo nunca morirá.

- ¡Paciencia, Francisco, paciencia!  Tú puedes cambiar.
- No, porque no considero que amar a un hombre sea malo...
- ¡Es malo! - me afirmó - Dios inventó el amor entre un hombre y una mujer...
- ¡Tú amas a un hombre! - Le reté.
- ¿Cómo? - Preguntó Tim extrañado.
- Jesús es un hombre y tú lo amas - Aseveré.
- Sí, pero ese es un amor diferente.
- Así es mi amor por P

Tim no supo responderme.


Era un miércoles a las 9 de la noche  en que Camila dejó de respirar en la habitación de la clínica.
Los doctores y enfermeras vinieron enseguida en su auxilio. A los pocos segundos Camila volvió a respirar y seguir con vida artificial.

- ¡Dejen que ella muera en paz! - dijo madre Rosalía desconsolada.
- Haré todo lo posible porque ella viva - replicó Inés.
- Lo único que estas haciendo es alargar su sufrimiento - Dijo madre Rosalía en tono de desesperación.

- Esa es la voluntad de Dios - dijo Inés.
- Dios no quiere que el ser humano sufra - dijo madre Rosalía enfáticamente.
 


 

UN MINUTO ANTES DE LA MUERTE, TODO LA VIDA PASA FRENTE A UNO.

Era un jueves a la 9 de la noche. Estaba solo en la habitación cuidando de Camila. El resto se fue a cenar.

Parecía como si la misma escena se volvía a repetir a la misma hora del siguiente día.
Camila abrió los ojos por un minuto, lágrimas salieron de ellos y al minuto los cerró y dejó de respirar.
Me cercioré de que su respiración haya cesado. Luego toqué su pecho y noté que su corazón había dejado de latir.
Una vez que estuve seguro que Camila había muerto. Llame al Doctor.

Después del funeral apareció Mariana, quien nos dijo:
- Una semana antes, mi abuelita me dijo que si ella moría todo lo que esta en su departamento es mío...

La guerra de herencias se armó. Ese momento decidí que estaba de más en esa casa y pensé que debía salir lo más rápido posible. 

 

Llegó el fin de semana y decidí buscar a madre Magdalena. Fui a San Rafael, un lugar cercano a la ciudad de Quito en un Valle denominado
 "De los Chillos".  Llegué al letrero donde estaba un cocinero que decía "Holiday In".
Siempre tenía en mente aquel letrero y sabía que muy cerca quedaba aquel hogar donde había pasado mi infancia.

- ¡Disculpe!, ¿Sabe usted dónde queda una casa de monjas en donde viven  chicas y niños?
Pregunté medio dudoso a un señor que estaba caminando.

- Debe ser el hogar de tránsito - me dijo él.

Y me quede en silenció porque esa respuesta era rara para mí.

- ¿Conoce a que congregación pertenece? - me preguntó él.
- Visten de azul - fue lo único que me acordé.
- Ellas mismo son - me dijo y me dio la dirección.


 

Vi la puerta del Hogar de Tránsito y mi corazón empezó a latir fuertemente.
Llegué a la puerta que tenía unas barandas de hierro  y pude observar claramente la casa de adentro.
Veía aquel lugar, pero no me acordaba nada. Solo me acordaba de la pileta que vi en la parte frontal de la casa.

Toqué el timbre. Después de poco tiempo salió una madre de unos sesenta años aproximadamente.
Ella era delgada, estaba cojeando porque utilizaba botas ortopédicas con unos metales a cada lado de la pierna.

- ¿A quién busca? - me preguntó.
- A madre Magdalena - le dije.
- Ella ya no vive aquí, ella dirige el hogar de madres solteras en San Rafael.
- ¿Cómo puedo hacer para llegar allá?
- Tan solo dígame quién es usted y para que la necesita.
- Me llamo Francisco, yo viví aquí cuando era pequeño - le dije.
- ¡Dios mío!
Exclamó y puso sus manos sobre su rostro y vi que de sus ojos empezaron a salir lágrimas y a mí me sucedió lo mismo.

- ¡Hijo mío!, por fin apareciste, soy madre Elizabeth. ¿Te acuerdas  de mí?
- ¡Madre Elizabeth! ¡Qué alegría volver a verla! - y mi corazón empezó a latir a mil.

Ella se apresuró abriéndome la puerta y nos abrazamos fuertemente.
Los dos éramos un compendio de emociones alegres, lágrimas y felicidad.

- No tienes idea como hemos llorado por ti - me dijo.
- A mí también me paso lo mismo.
- Pasa, y cuéntame de tu vida...

En la sala, madre Elizabeth me invitó un vaso de jugo de naranja y me trajo galletas.

- ¿Cómo te ha ido?
- Más o menos, defendiéndome.
- ¿Y tu familia?
- No tengo familia - respondí.
- ¿Qué paso?
- Mi padre adoptivo murió cuando yo tenía once años y hace seis meses mi madre adoptiva me sacó de la casa.
- Ellos te robaron de aquí - me dijo madre Elizabeth.
- ¿Robaron?
- Te sacaron de casa sin el permiso de madre Magdalena, ni el permiso de tu propia madre.

Sentí que la sangre se me heló.

- ¿Has sabido algo de tu propia madre?
- No.
- Es preferible que no sepas nada de ella. Era muy rebelde y vivió una vida muy alocada. No es  buena mujer que digamos.
- No me interesa saber de ella  - le dije.
- ¿Has sabido de tú padre propio? - me preguntó.
- Sé que está muerto.
- El perteneció a una familia muy poderosa, era abogado, manejaba una empresa de venta de vehículos.
   El era bueno, pero fue cobarde.
- No quiero saber nada de él.
- Ve donde madre Magdalena, ella se pondrá muy contenta al verte.

Ella me dio la dirección, me despedí y apresuré mi paso para llegar breve a casa de madre Magdalena.




Llegué a casa de madre Magdalena. Era una quinta con muchas flores a la entrada. Dos niños salieron a recibirme.
Ella era rubia de ojos azules y tenía como unos doce años. El era trigueño, ojos y pelo negros y parecía que tenía unos diez años.

- Ellos deben ser criados por madre Magdalena - pensé al verlos con dulzura.
- Hola - me saludó ella.
- Hola, ¿Esta madre Magdalena?
- ¿Tú eres Francisco? - me preguntó.
- Sí.

Ellos abrieron rápidamente la puerta y salieron corriendo gritando:

- Mamá, mamá, Francisco está aquí.

Caminé lentamente dirigiéndome hacia la casa. 
Tuve una sensación rara dentro de mí. Cuando llegué a la puerta de la casa salió una mujer de unos setenta años, no llevaba hábito.
Su pelo era corto y su rostro reflejaba dulzura y ganas de verme.

- ¡Mi Francisco!, mi Francisco. ¡Por fin juntos!
- ¿Madre Magdalena?- pregunté  tratando de comprobar si era ella.
- Si, soy tu madre Magdalena - me dijo con su rostro lleno de felicidad y se apresuró abrazarme.
Mi corazón sintió una inmensa alegría al verla de nuevo.

- ¡Estas delgado, todo un hombre!. Te veo tan diferente...
- Son diecisiete años que no nos vemos - Le dije riéndome.
- Tengo unas fotos tuyas cuando eras niño, las he guardado como si fueran oro.
Te las voy a enseñar.

Madre Magdalena me invitó a pasar a la sala y empezamos a conversar y escuchó mi relato.

- La mejor obra de caridad que esa mujer pudo haber hecho contigo era el dejarte aquí. No hubieras sufrido tanto.
- Ellos me dijeron que ustedes no podían mantenerme.
- ¡Mentira! - dijo enfáticamente - Nosotros teníamos ya programado tu futuro hasta que Raquel se metió.
- ¿Quién es Raquel?
- Es Raquel Villaquirán.
  Es aquella que cuando hubo el escándalo de las lesbianas en el Colegio la Inmaculada dijo que las cartas eran una obra de arte.
   Ella actualmente ya no es monja.
- ¿Y qué tiene que ver ella en esto?
- Ella era la trabajadora social del "Buen Pastor" en aquel tiempo y junto con el Dr. Rodrigo Campana planearon tu  rapto.
   Ella te entregó sin avisarme a aquella familia. Cuando le reclamé me dijo que no era mi misión educar niños.

Yo tenía la potestad para educarte. A ningún momento fuiste dejado por tu madre para darte en adopción.
Nosotros te buscamos por todo lado para traerte de nuevo a casa, pero cuando dábamos con la dirección o
con los datos de tus padres adoptivos, enseguida se cambiaban de dirección.
Nos tenían prohibidas el ingreso al banco donde trabajaba tu  padre adoptivo.

Después de varios años nos dijeron que estabas en la Academia Militar Ecuador.
Nos impidieron verte diciendo que había una orden para que nadie te vea.

- ¡Qué raro!, ¿Conoce usted a Gulnara?
- No, jamás la conocí.
- ¡Gulnara es una infame! - pensé al oír aquella respuesta.
- Cuando tú tenías once años, me llamaron a declarar al tribunal de menores. Tu padre adoptivo estaba  enfermo de muerte.
Al  morir él, tú hubieras regresado con nosotras pero él había firmado un documento reconociéndote como hijo propio.
Sus abogados me dijeron que tú estabas muy bien y que eras la adoración de tus padres.
Que era preferible que no me veas porque sería muy dañino para ti acordarte de tu pasado.

- Mi pasado fue mejor a la realidad que viví con ellos.
- Tu madre te buscó hasta que tú tenías unos trece años. Ella perdió las esperanzas de encontrarte y no volvió más por aquí.
  Lo último que supe de ella es que se hizo prostituta.
- Ese dato si sabe Rosa - pensé inmediatamente.
- Francisco deja todo a Dios. El sabe porque hace las cosas. Lo  importante es que estamos de nuevo juntos.
  En la parte  posterior de la quinta existe una casa pequeña que construí  para un cuidador.
  Prefiero que tú vengas a vivir allí y   estés junto a nosotros.

Un gesto de alegría y agradecimiento se notó en mi rostro.

Ese momento entraron Susan y Marcos, aquellos niños que abrieron la puerta.

- Mi mamá habla mucho de ti - me dijo Marcos.
- ¡Eres su hijo adorado! - me dijo Susan.
- Ahora tengo tres hijos adorados - dijo felizmente madre Magdalena.

Al siguiente día estuve arreglando mis cosas en la casa que madre Magdalena había hecho para el cuidador.
Al llegar la noche y ver las estrellas tan solo pude decir:
- Dios, gracias por haberme devuelto al hogar donde nunca debí haber salido.
Y  por fin salieron de mí lágrimas de felicidad. 
 

 
COPYRIGHT © 1999  Francisco Guayasamin 
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:  012902, May 17 , 1999
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